La ortodoxia económica nos advierte que para que una economía “funcione” debemos eliminar el déficit público y controlar la inflación, supuestamente para que todos vivamos mejor. Esta es la corriente que se ha instalado en el corazón mismo de la política monetaria comunitaria, y las políticas que desde la creación del euro ha seguido el BCE.
Mientras las cosas funcionaban bien, era fácil para los estados de la unión mantener el déficit en niveles bajos, pero ha sido a raíz de la puesta en marcha de los planes de estimulo, cuando los estados no han podido mantener el déficit en ese 3% que formula la esencia de la política monetaria común.
Por consiguiente, si las políticas económicas deben servir para que la sociedad pueda vivir mejor, ¿Por qué estamos todos pasando este mal trago? Es lógico pensar que si queremos mantener una moneda estable, las cuentas públicas deben estar lo más saneadas posible, a fin de que no nos pase como a la economía griega, pero esto solo beneficia a unos pocos, y es a las empresas exportadoras. Más concretamente a Alemania, que es quien dirige la política monetaria comunitaria. Uno de los factores del “milagro” alemán ha sido este.
Aunque, debemos advertir que en momentos coyunturales como el actual, en donde la única salida a la crisis son los planes de estimulo, el corazón de Europa debería advertir que no es lógico pedir una reducción del déficit a costa de suprimir el estado de bienestar de los ciudadanos. Máxime cuando la mayor parte de estos planes de estimulo se han concretado en financiar las grandes deudas del sistema financiero, y no en implementar políticas keynesianas que nos ayuden a incentivar la demanda agregada del país.
En España en concreto, gran parte de la deuda que se emite sirve para el pago del subsidio del 20% de parados que inundan las colas del INEM, y este es un error muy grave de la política económica de este gobierno. La economía española necesita de un proyecto solvente y creíble que sea capaz de cambiar el pago de subsidios, a programas de estimulo capaces de crear empleo.
Mientras se siguen aumentando las ayudas por protección del desempleo, no se invierte en economía productiva capaz de crear empleos estables. Al mismo tiempo, seguimos quitando poder adquisitivo a parte de la población, subiendo impuestos y bajando los salarios, para seguir financiado una deuda que solo sirve para pagar subsidios, y eliminar gran parte de nuestro déficit, todo ello, sin una idea de cual debe ser el rumbo a seguir de aquí a la salida de la crisis.
Otra de las claves está en el control de la inflación por parte del BCE, que en momentos de expansión han servido para frenar el crecimiento, y en estos momentos se puede convertir en un lastre para la salida de la crisis. Si el control de la inflación debe servir para aumentar los tipos de interés, nos vamos a encontrar con un parón total de la actividad puesto que, si ya es difícil conseguir financiación para nuevos proyectos de inversión, si el precio aumenta, las empresas van a desistir de seguir invirtiendo, aunque la inflación aumente a ritmos mayores del 2%.
En conclusión, la economía española y la europea necesita de un programa de estímulos económicos que sea creíble y capaz de crear empleo estable a medio y largo plazo. Al mismo tiempo, mientras sigan siendo los bancos quienes financien la emisión de deuda, las empresas van a seguir sin el crédito que tanto ansían para seguir creando riqueza. Por lo que, la reducción de déficit no debería ser tanto una prioridad sino, como revertir la situación de una economía subsidiada a una economía capaz de ser productiva.