Re: Cataluña 2017: El final del camino.
Anna, no eres Mercedes Sosa
Dice la anarcocatalanista que se va a Suiza para internacionalizar el conflicto. Digo yo que se trata de dar la murga fuera ante el temor de que no te compren el cansino mensaje dentro por puro hartazgo
Renuncio desde la primera línea a que el votante bienintencionado del independentismo, que fabulo que existe, me lo agradezca. Ocurre que entiendo el periodismo como un sacerdocio al que uno se entrega sin esperar mucho a cambio así que va mi desinteresada contribución al necesario proceso de sanación de los cuperos: ni Suiza es Suecia, ni Anna Gabriel es Mercedes Sosa ni esperen de Puigdemont una nueva versión, en catalán obviamente, del «Todo Cambia» de Julio Numhauser. La razón no es otra que un hecho empíricamente demostrable: Rajoy no es un remedo español de Pinochet y los autodenominados exiliados no dejan de ser unos delincuentes huidos. Esta independentista a la fuga lo es de un régimen tan represor y dictatorial que le ha permitido retrasar su comparecencia en un juicio programado hasta que ha reunido los «doblers» suficientes como para darse el piro. Dice Anna que hay que internacionalizar el conflicto. Digo yo que se trata de dar la murga fuera ante el temor de que no te compren dentro el cansino mensaje por puro hartazgo. Porque como ocurre con Pablo Iglesias, uno no puede estar eternamente cabreado ni dar por siempre el coñazo. Tampoco sostener por años una ficción porque en algún momento se impondrá lo racional sobre lo sentimental
Anna Gabriel ha terminado por demostrar que lo suyo y lo de sus cuates era un mal chiste de Gila. Entre todos pretendían darle una paliza al Estado hasta que asomó el mazo. Cuarto y mitad de toga y al golpismo le temblaron las canillas. Las soflamas eran nacionalismo de tenderete y su pretendida justicia social, simple revancha. La voz de los pobres y oprimidos reclama desde la potentada Suiza lo que nos ha negado a los demás: justicia. Me refiero a que se ha hecho, gimotea, el hatillo del exiliado por culpa de la prensa, magro argumento con el que sostiene su patochada ginebrina. Dice que en España no le aguardaba un juicio justo porque la prensa del Gobierno ya la ha condenado. Albricias, ¿se refiere a las televisiones nacionales que le han dado voz y hasta púlpito? ¿Acaso TV3, como todo el mundo sabe cerrada a cal y canto por el régimen marianista? ¿O fueron los diarios catalanes, pesebreros del procés? ¿Tanto poder tenemos que hemos desactivado a golpe de tinta el paniaguado soberanismo? Qué poder nos concede Anna, qué jibarizada se la ve.
Hizo de la camiseta con mensaje su arma de politización masiva y la escenificación era de lo más aguerrida: puño en alto, sonrisa retadora y matonismo verbal. Enfrente, los demás, nosotros, los fachas. Condenados por la voz del pueblo. Ese sinécdoque en el que vive el anarcocatalanismo les permite arrogarse la representación de un todo, el «poble catalá», cuando cada vez forman menos parte de él.
Por eso, porque lo de Anna Gabriel es pura nacionalismo de probeta, me permitirán que aproveche los márgenes de esta columna para practicar algo de fabulación periodística. Los juntaletras del régimen somos así: unos golfos mentirosos. Como no tengo las pruebas todo lo dejo en un cuento, mucho menos entretenido pero también menos pernicioso para los catalanes que la cantinela victimista de esta Lady Godiva de saldo. Barrunto que a lo mejor, para poderse pagar los cafés y un catre en unos de los países mas caros del mundo, Anna cruzó el Atlántico. En el paraíso caribeño, sólo para algunos, se presentó ante el camarada Maduro para que la iluminara. «Gran Timonel, yo tengo que seguir viviendo del quilombo y en la meva terra se me acaba. Dame sostén que yo me encargo de la campaña contra tu némesis Rajoy».
Pues eso, que nada cambia. Ni Anna es Mercedes, ni Puchi Julio ni, espero, que los catalanes tan cándidos como para no mandarla de una vez por todas a la mierda.
Agustín PeryDirector Adjunto