Madrid, Ciudad Sol, ciudad parásito, agujero negro PDF
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Eugeni Casanova
La historia oficial dice que Castilla engendró España, pero quien domina España es Madrid y la región que la rodea ha sido más bien una víctima. Madrid es el poder en y de por sí, un magma cortesano, político, funcionarial y financiero que actúa por inercia y desconfía del progreso o la innovación por miedo a que le alteren el estatus o las cuentas de beneficios.
Este microcosmos endogámico no se ha preocupado nunca por generar algún tipo de riqueza productiva y se ha alimentado históricamente los recursos de los demás. Al principio, los de la Castilla circundante y pronto los de un imperio donde no se ponía el sol, pero, pasados los siglos, ha acabado refugiándose en el drenaje sistemático y casi exclusivo de los Países Catalanes, con una extensión cuando España se incorporó a la Europa unida, en 1986.
Madrid es una ciudad-concepto, sin inteligencia evolutiva, que actúa desde la arrogancia y tiene alergia al consenso y a la crítica. Se nutre del Estado que ella misma genera y no analiza, dialoga o razona porque controla todos los resortes políticos y administrativos, una criatura ciega que impone el 'ordeno y mando' como contrato social. Esta manera de hacer le ha funcionado durante siglos gracias al absolutismo, pero la democracia la puso en cuestión y la globalización lo ha agrietado. Ahora, la sociedad en red y las nuevas tecnologías amenazan darle un golpe definitivo. Madrid, convertida en razón de Estado, ha quebrado de nuevo, como una veintena de veces desde que Felipe II se la inventó, y reacciona furiosa porque la rebelión de los catalanes la aboca al abismo, y más cuando la UE le cerrará el grifo en 2015.
El geógrafo y periodista Gonzalo de Reparaz (1860-1939), un regeneracionista nacido en Oporto y establecido en Madrid que pretendía refundar España bajo los principios de la iberismo y la descentralización, ¡ay!, denunció ya en el siglo XIX 'el modelo de depredación mesetaria', 'que arruina las regiones costeras de la península'.
El proceso de fabricación de Madrid y su elefantiasis botulínica ayudan a entender la historia y sobre todo el momento actual. Felipe II llevó la corte en 1561 a un pueblo perdido huyendo del parlamentarismo de Barcelona y Valencia, las dos ciudades mediterráneas que capitalizaban desde hacía siglos el crecimiento ibérico, con otro gran polo en la costa atlántica, Lisboa. Dos mentalidades, 'la marítima y la mesetaria', dice Reparaz, la del pacto y la de la imposición real, que chocaron desde el primer momento, dos conceptos tan diferentes de entender la política y las relaciones humanas que se han enquistado como irreconciliables a lo largo de los siglos.
Emplazada en una estepa desolada, a 400 kilómetros del puerto más cercano cuando regía un imperio marítimo, lejos de cualquier vía de comunicación y de innovación, Madrid fue desde el inicio una rémora para el Estado. El primer efecto de la construcción de la urbe cortesana fue la despoblación del territorio circundante, literalmente drenado para darle consistencia. La corte recibía productos de lujo de todo el mundo y no incentivaba el crecimiento local, con una industria muy precaria y sin manufacturas de calidad. La protección del precio del trigo para nutrir la capital arruinó a los agricultores castellanos.
Los intereses de la Villa y Corte estaban en América y en Europa, no en su entorno, y fue extendiendo la desolación en círculos concéntricos a medida que iba creciendo, hasta que terminó devorando España entera. Centrada en sí misma, nido de burocracia, de favoritismo, basada en el subsidio y la prebenda, la ciudad generó un microcosmos controlado por una oligarquía insaciable que despreciaba el comercio y la industria.
Vertebrar Madrid supuso desvertebrar España: 'Madrid contra la geografía', decía Reparaz. Pero la corte debía seguir engordando e instauró un sistema extractivo carente de toda inteligencia, de tierra quemada, que dejaba exangüe todo lo que tocaba para sacar un provecho rápido. Un libro de referencia que se convirtió desde el momento en que apareció el año pasado, en un éxito mundial, 'Why Nations Fail' ('Por qué fracasan los paises'), de Daron Acemoglu y James A. Robinson, expone ya en el primer capítulo que el modelo de explotación española provocó el subdesarrollo endémico de Sudamérica. Es el gran ejemplo, en un ensayo que aborda cientos de casos de los seis continentes, de un sistema ruinoso y fallido al servicio de una minoría.
Pero todo lo que arramblaron no produjo nada. El historiador Jaume Fàbrega explica que ni uno solo de los productos alimenticios del nuevo mundo se extendió a partir de Castilla, fue Portugal quien lo hizo, y la cultura que se generó 'es un caso único en el mundo de orgullo de la ociosidad: era noble aquel que podía demostrar que sus antepasados no habían trabajado nunca. Los 'don', los hidalgos, una capa muy amplia de la sociedad, eran pobrísimos y basaban su estatus en la apariencia, por eso necesitaban de los catalanes. Un castellano no podía hacer según qué trabajos comerciales, que asumían los judíos o los catalanes. Cuando desaparecen los judíos [y los conversos, que continuaron sus actividades], los catalanes los sustituyen en el imaginario local, y eso se ve en Quevedo, que pasa del antisemitismo al anticatalanismo'.
Como cuando existía la corte, Madrid no se somete al juego liberal de la competencia económica y política; lo monopoliza todo por decreto. Para entender España, hay que adentrarse en el funcionamiento y la mentalidad de la "élite extractiva", que se visualiza hoy en el palco del Bernabeu, con la delegación Puente Aéreo-Fomento en Barcelona. Esta 'élite' -casta, según aportación italiana- ha llevado a España a la ruina generación tras generación como un Polifemo que devora su propio país. Pero cada nueva quiebra no provoca un replanteamiento del sistema, sino una reacción virulenta para recuperar las ganancias personales de los oligarcas: más centralización, más autoritarismo, más cargas fiscales...
La banca, la energía, las comunicaciones, las constructoras, Barajas, el AVE, el túnel de Pajares, el corredor central... La crisis actual es el fracaso del modelo histórico de Madrid, que la casta ha cargado de nuevo a las arcas del Estado, y muy particularmente a los catalanes. Es el enésimo fracaso de un modelo productivo y de un sistema económico y político, que se añade al cultural, al educativo, al territorial..., con la corrupción como frontispicio general.
Tras 450 años, la Villa y Corte esteparia ha conseguido por fin, con el tándem PP-PSOE, el poder total y se ha convertido en un agujero negro que se ha tragado la economía entera. Madrid, la Ciudad Sol, la ciudad hidra, la ciudad parásito, lo rige todo: los transportes, la política, las finanzas, la justicia, los grandes medios, las grandes corporaciones... pero no es responsable de sus actos. Como los viejos monarcas absolutos -y el actual, otro producto pata negra-, no debe rendir cuentas a nadie y no responde por sus extravagancias. '¿Entonces por qué razón debería cambiar?', se pregunta el gallego Óscar Pazos en 'Madrid es una isla'. Germà Bel recuerda que este modelo predatorio tiene el apoyo del 92% del congreso.
El mundo se ha refundado, la economía y las comunicaciones son planetarias y España está integrada desde hace 25 años en la Unión Europea, pero el "hongo mesetario ", que dice el historiador andaluz Javier Pulido, hace como que no pasa nada, disimula y contraataca. Cataluña, sin embargo, ya le ha dicho basta, y Europa también.