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Los 100 primeros días de Trump

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Los 100 primeros días de Trump
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Los 100 primeros días de Trump

Los primeros 100 días de gobierno de Trump parecen haber espoleado a las bolsas mundiales, pero el menos convencional de los presidentes estadounidenses tendrá que remangarse y cumplir algunas de sus promesas de reforma tributaria y normativa para que se mantenga la dinámica positiva, señala Stephen Mitchell, responsable de estrategia del área de Renta Variable Mundial de Jupiter Asset Management.

El movimiento alcista de las bolsas mundiales tras la elección de Donald Trump se articuló sobre expectativas —en gran medida defraudadas hasta ahora— de que su mandato conduciría a una nueva era de impuestos bajos, liberalización de los mercados e inversión en infraestructuras que impulsaría el crecimiento estadounidense y tendría repercusiones positivas en las economías de todo el mundo. Ciertamente, su victoria electoral contribuyó a cambiar la visión de los inversores sobre EE. UU., provocando optimismo en los mercados y dando lugar al denominado Trump bump (que podría traducirse como «el tirón de Trump»), pero en lo que respecta a la economía global, el cuadragésimo quinto presidente de los EE. UU. también ha tenido bastante suerte.

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El tirón, y la suerte, de Trump

Trump salió elegido en un momento en el que los mercados de renta variable internacionales estaban comenzando a sentir los efectos positivos de los estímulos aplicados por las autoridades chinas a comienzos de 2016 para reactivar una economía frenada por la campaña anticorrupción. Estas medidas de estímulo ayudaron a sostener el crecimiento, tanto en China como en el resto del mundo, y calmaron el temor a que una desaceleración en China pudiera lastrar el PIB mundial, de ahí que hayan sido un valioso aliado para Trump.
 
La moderada recuperación del precio del petróleo, coincidiendo con la investidura de Trump como presidente, también ha sido una bendición para la economía estadounidense. Después de moverse en torno a 30 dólares por barril durante la primera parte de 2016, el petróleo se ha estabilizado actualmente en un nivel de 50 dólares, un precio que permite a los productores de petróleo mediante técnicas de “fraking” explotar sus plataformas, lo que se ha traducido en un rebote de la producción industrial. De este modo, Trump se ha beneficiado de dos poderosas fuerzas positivas en los primeros días de su presidencia.
 
No obstante, en visitas realizadas recientemente a Florida y Texas hemos constatado el apoyo real que despiertan Trump y sus políticas entre la comunidad empresarial. Este apoyo se ha traducido en un fuerte aumento de la confianza económica entre las pequeñas empresas y una mejora de la confianza de los consumidores. La creación de empleo y la contratación parecen aguantar; así, el paro descendió hasta el 4,5% en marzo, frente al 4,8% de octubre, el mes anterior a su elección como presidente. Como cabría esperar de un empresario, Trump también ha estado cortejando a las grandes corporaciones estadounidenses y ha creado un consejo asesor empresarial que da a diecisiete consejeros delegados de empresas como Pepsico, JP Morgan y Boeing una plataforma donde pueden influir y dar forma a políticas favorables a las empresas. Saber que estos titanes empresariales están en contacto con el presidente, aconsejándole, , brinda cierta tranquilidad, ya que parece que el presidente les escucha.

El desplome

Sin embargo, el “Trump Bump” emite señales de flaqueza, ya que los tres pilares sobre los que se ha asentado el repunte bursátil parecen cada vez más endebles, hasta el punto de que algunos hablan abiertamente sobre la brecha entre las expectativas y la capacidad del nuevo presidente para cumplir sus promesas. El debate ha gravitado hasta un posible desplome, el Trump slump, después de que el malogrado intento de aprobar la nueva ley sanitaria suscitara dudas sobre su capacidad para sacar adelante otras medidas.

Veamos cada pilar por separado:

  • Reforma tributaria: Unas «vacaciones fiscales» para las empresas, que abran una ventana temporal de repatriación durante la cual los beneficios en el extranjero solo tributen a un tipo del 10%, podrían hacer que regresara una gran cantidad de dinero a EE. UU. que podría emplearse para invertir o cerrar operaciones corporativas. En nuestra opinión, esta medida debería ser viable, ya que no requeriría recortes presupuestarios en otras áreas para cambiar la ley y, por tanto, sería una situación favorable para las políticas del «EE. UU. primero» de Trump.
  • Inversión en infraestructuras: El tiempo es el mayor enemigo de Trump a este respecto. Se suele tardar un mínimo de cinco años en poner en marcha los grandes proyectos de infraestructuras, como autopistas, sistemas de transporte, puentes y aeropuertos. Trump podría realizar anuncios en esta área, pero los efectos beneficiosos para la economía estadounidense probablemente solo se sientan después de que Trump haya concluido su primer (y posiblemente último) mandato.
  • Desregulación: En cuanto a la eliminación de la burocracia, muchas normas y reglamentos que rigen el sector empresarial emanan de organismos de control donde Trump puede nombrar directamente a los máximos responsables. El problema es que su administración ha tardado más que la mayoría en realizar estos nombramientos. En el plano legislativo, Trump ha cosechado pequeños éxitos en sus primeros 100 días: ha conseguido aprobar una ley sobre privacidad en Internet que permitirá a algunas empresas vender información sobre los hábitos de los consumidores en Internet a otras empresas que posteriormente podrán ofrecerles productos y servicios. A diferencia de lo ocurrido con la ley sanitaria, Trump debería encontrarse con un Congreso de mayoría republicana dispuesto a suavizar las obligaciones legales de las empresas estadounidenses, especialmente en el sector financiero.

A modo de resumen de los 100 primeros días de Trump, se puede afirmar que ha conseguir elevar las expectativas y la confianza hasta un nivel inusual, lo que ha tenido un efecto real en las intenciones de contratación e inversión. Y se han aprobado algunas medidas liberalizadoras. La mayor tarea que tiene por delante es dominar el funcionamiento de la maquinaria política de Washington para conseguir, al menos, parte de sus reformas.

Las eufóricas expectativas de los inversores se han moderado inevitablemente, como lo hacen siempre después del día de la toma de posesión. Los precios de los activos, y en especial los rendimientos de los bonos del Tesoro de EE. UU., reflejan ahora cierto grado de escepticismo, sobre todo en relación con la reforma tributaria, agravado por las dudas sobre el efecto económico de las subidas de tipos de interés de la Reserva Federal. Así pues, para Trump el trabajo duro comienza ahora y necesita escoger sus batallas cuidadosamente. Un comienzo sensato sería desligar la repatriación de la tesorería aparcada en el extranjero de otras reformas tributarias y avanzar en esta dirección. Actualmente, la opinión de consenso es que la tarea es compleja. Una cosa que han demostrado los primeros 100 días de gobierno de Trump es que los controles legislativos de la constitución estadounidense —los famosos checks and balances— funcionan y que el presidente necesita aprender a accionar los resortes políticos para conseguir sus fines en un contexto político polarizado.