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Tomando el nombre del Lord Keynes en vano

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Tomando el nombre del Lord Keynes en vano
Tomando el nombre del Lord Keynes en vano
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Tomando el nombre del Lord Keynes en vano

Tomando el nombre del Lord Keynes en vano http://bit.ly/wtrOYL

 

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si vamos a intentar solucionar los problemas de hoy buscando inspiración en Keynes, entonces deberíamos prestar más atención a sus ideas maduras en vez de a las versiones de los libros de texto sobre lo que él dijo, algunas de las cuales reflejan el pensamiento más temprano de Keynes.

 

Cuando hagamos esto encontraremos que algunas de sus propuestas de política eran bastante diferentes a la sabiduría “keynesiana” de hoy. Otras propuestas eran extraordinariamente radicales y lejos de lo que se está proponiendo hoy por los legisladores tanto en la izquierda política como en la derecha.

Es verdad que en los años de la década de 1920 y principios de 1930, Keynes defendió medidas como el gasto público en infraestructuras financiado vía déficit para suavizar las recesiones. Pero tampoco era el único. Economistas académicos “ortodoxos” como Frank H. Knight, Jacob Viner, y Paul H. Douglas también defendían tales medidas, aunque con argumentos diferentes.

Así que cuando los defensores del gasto público deficitario para proyectos en obras públicas invocan a Keynes también podrían fácilmente invocar a otros economistas ortodoxos. De cualquier forma, a finales de los 30 Keynes no era un defensor de muchas de las políticas anti-cíclicas que se están defendiendo hoy. Por ejemplo, con respecto a incrementar la inversión a través de obras públicas -o lo que hoy llamamos “mejoras en infraestructuras”- la opinión de Keynes tiene muchos matices.

En primer lugar, prefería que tales inversiones fueran realizadas sin incurrir en déficit. Pero si se hacían como “gastos en préstamo” (loan expenditure) -esto es, a través de déficit en la parte del presupuesto del Gobierno asignado a gastos de largo plazo como infraestructuras- los gastos deberían ser cubiertos por un superávit en la parte del presupuesto asignado a gastos ordinarios como transferencias, o a través de un fondo especial acumulado durante tiempos de bonanza para estos mismos propósitos.

Si se incurría en déficit, las inversiones deberían ser “auto-liquidables”, es decir, deberían repagar sus costes en el largo plazo. Así, su fuerte, pero no rígida, preferencia era contra las obras públicas financiadas vía déficit.

Es importante notar que Keynes no pensaba que el gasto en obras públicas fuera muy efectivo a la hora de contrarrestar recesiones existentes o inminentes. Por lo pronto, creía que era difícil calcular el tiempo exacto correctamente; llevaría mucho tiempo planear y ejecutar los proyectos apropiados (en efecto, muchos de los proyectos no tendrían efecto hasta que el problema económico acuciante fuera la inflación y no la recesión).
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Interesantísimo artículo

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