Elias Canetti ha esbozado la variante vienesa del Pillefrancs parisién o del gato de San Petersburgo en “la obcecación” de la figura de Fischerle como sigue:
‘una existencia modesta en la frontera de la legalidad con el juego del ajedrez como fuente de ingresos’.
En Viena se concedieron los primeros privilegios para el despacho de café ya en el la primera mitad del siglo XVIII.
A parte del disfrute exótico de café y tabaco, la casa de café ofreció la posibilidad de ofrecer un espacio dedicado a la lectura y el juego. Como en Londres, Paris y San Petersburgo solía dominar el billar, toda vez que los juegos de azar no autorizados con altas apuestas estaban prohibidos.
Todavía en el año 1751, la archiduquesa Maria Theresia impuso a los preparadores de café “el no conceder ningún alojamiento a los alborotadores y jugadores”.
Es la primera vez que se menciona explícitamente el juego del ajedrez en “el Café Milanés” en Viena.
¿Qué aspecto tenía el interior?
Perinet nos cuenta en 1788 su mundo: “No lejos, está situado en el piso de abajo, donde, como se comenta, antiguamente existió un establo, una bóveda bajo ‘el territorio milanés’ (...). Aquí, en un rincón, unos pensadores juegan al ajedrez y una docena de espectadores se quedan dormidos ante este complicado juego.(...) Un caos de pisadores de empedrado, tomadores de aire y comisarios recreativos, (...) una plaza publicitaria de jóvenes cantamañanas y demás bribones”.
No se podía pensar en un mundo elegante, incluso el primer y autentico café de ajedrez en Viena, el viejo “Kramersche Kaffeehaus”, lo describe Gräffer como “una cueva oscura”, y a pesar del poco espacio que ocupaba muy apreciado por los literatos al disponer de una gran variedad de periódicos.
El famoso Café vienés de ajedrez, establecido posteriormente, fue el “Central” como punto de encuentro intelectual de Viena y al mismo tiempo como de cita obligada para todos los campeones mundiales de ajedrez como se publica seguro de sí mismo en un anuncio:
El “Central” es centro de innumerables anécdotas que rodean el juego de ajedrez, sin embargo la mayoría de los textos tergiversan la memoria. Pocas veces se trató del honor en este establecimiento.
En cierto modo, el “Central” alimentó a los maestros del ajedrez, enfrentándose con aficionados, a los cuales les gustaba jugar por dinero, una diversión económica para el publico vienés de alta burguesía con unas perdidas previsibles y ante todo aprovechando para hacer negocios, asistiendo en “la noble sociedad de ajedrez”.
FotoMilan Vidmar en aquellos tiempos todavía un estudiante de Laibach, describe el ambiente en 1903 de esta forma:
“En el Café Central se jugaba exclusivamente por dinero: una media corona por partida. Los visitantes acomodados del particular centro vienés de ajedrez consiguieron por poco dinero el placer de jugar al ajedrez, mientras sus apurados adversarios ganaban con mucho trabajo una exigua nómina ajedrecista.
Proliferaron los jugadores profesionales, que vorazmente pescaban la media corona. Incluso hubo algunos jugadores profesionales, a los cuales los maestros les hubieran podido dar la ventaja de una torre: Pero siempre encontraron a jugadores todavía más flojos, que no les importaba sacrificar en el altar ajedrecista una o dos coronas.”
Naturalmente, en aquellos tiempos se vestía con trajes y no como ahora con vaqueros, pero tampoco se debe olvidar:
Que el traje del jugador profesional en el “Central” seguramente era el único del que disponía y su habitación en el suburbio era húmeda y fría.
Por cierto: en Simpson’s como en el Café Central no solamente faltan en la actualidad los jugadores de ajedrez si no también los literatos.
Lo que abunda, son los turistas en busca de ellos y un par de ‘esnobes’, que continuamente hablan con sus teléfonos móviles.
http://www.tabladeflandes.com/frank_mayer/frank_mayer64.html
Un saludo cordial
¡Sed felices!
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.