Era uno de esos particulares novatos que persiguen su sueño como tantos, a los que un día empiezas a ver en los juzgados y seis u ocho meses después les pierdes el rastro y no les vuelves a ver. Siempre me pregunto si acabaron comprando bien o si se estrellaron como tantos.
A Carlos le perdí la pista más o menos en octubre del 2005 y no le he vuelto a ver hasta hace unos días en que me lo encontré en una de las cafeterías cercanas a los Juzgados de Primera Instancia de Madrid. Había quedado con su abogado y tenía mucha prisa, pero hubo tiempo suficiente para que me contara su desgracia, su pesadilla de novato.
Por lo visto consiguió hacerse con el piso de sus sueños a principios del 2006 y cuando fue a preguntar al demandado cuándo tenía intención de mudarse se encontró con su peor pesadilla. El demandado era un viejo de 70 años, pero uno de estos que toda su vida ha sido muy fuerte y que aún continúa siéndolo. Y más bruto que un arado, de los que siempre se ha impuesto con su pétrea presencia y al que la edad no le ha hecho perder la costumbre de avasallar y amenazar al prójimo. Siempre ha hecho lo que ha querido y más vale que no te cruces con él. Empezó diciéndole que de ahí no le iban a sacar sino muerto y que le esperaba con la recortada el día del Lanzamiento.
Ese día llegó pronto porque por entonces los juzgados aún funcionaban, pero cuando la comisión judicial y los polis llamaron a la puerta se encontraron con que el demandado tenía una pequeña bombona de camping gas y amenazaba con volar el edificio si no se largaban con viento fresco. Nadie paga a estos señores para jugarse la vida, así que el lanzamiento se suspendió provisionalmente y se volvió a señalar para un mes después. Para entonces a los agentes judicales les acompañaban policías municipales junto a policías de una especie de brigada antidisturbios y un negociador. Nada de eso hizo falta porque el demandado no dio señales de vida.
El cerrajero pudo hacer su trabajo y Carlos se quedó la mar de contento con su llave en el bolsillo.
Pero si la historia acabara aquí yo no la estaría contando. Al día siguiente alguien había cambiado la cerradura y cuando Carlos llamó al timbre se encontró con Mister Arado, quien le dijo lo de siempre, que esa era su casa y que si volvía a verle por allí le partía por la mitad o le doblaba hasta meterle los pies por el culo, lo que prefiriera. Y desde entonces la historia del pobre Carlos, que un día creyó que todo en el monte era orégano, ha sido un sin vivir.
Lo primero fue volver al Juzgado de Primera Instancia que había celebrado la subasta, donde le dijeron que ellos ya habían hecho su trabajo, que era ponerle en posesión del bien subastado y que ahora hiciera lo que tuviera que hacer.
Su abogado le hizo demandar al orate por lo penal y, cuando tres años después ganó el juicio, el muy iluso pidió que el juzgado de Instrucción le pusiera en posesión de su piso, pero le dijeron que no había lugar porque allí le daban la razón en cuanto a que Mister Arado se había colado en el piso ilegalmente, pero que ellos no tenían porqué ir más allá, que para eso estaban los juzgados de primera instancia.
Ahora Carlos, casi cinco años después de la subasta, tiene el pelo blanco a pesar de sus escasos 40 años. Parece que ya está viendo la luz al final del túnel y ya tiene fecha para recuperar la Posesión, aunque ha perdido la ingenuidad y ya no confía en la Justicia.
Cuál fue su error, me pregunta. Le respondo que ha cometido varios errores, pero que el primero de ellos fue participar en una subasta sin haber hablado personalmente con el demandado. Yo, por ejemplo, si me abre la puerta ese energúmeno, la mañana de la subasta me habría ido tranquilamente a echarles miguitas a los pájaros, pero jamás habría participado en esa subasta.
Luego han venido otros errores, como por ejemplo la penosa gestión que siempre hay que hacer con los demandados, aunque sean tan animales como éste. Por algo me puedo jactar de que jamás un demandado ha hecho destrozos en las casas que yo he comprado. Toco madera, por si acaso.
Del resto de los errores posteriores se puede discutir, pero esos dos son indiscutibles.