Ayer fue un día muy duro.
Tanto que si en vez de vivir en este poblachón manchego hubiéramos estado en Virginia, seguramente hubiera ido al coche a por mi Kalashnikov y hubiera regresado a cierto juzgado madrileño para no dejar vivo ni al apuntador. Tal era mi estado de ánimo cuando descendía las escaleras del juzgado.
Mira que eres exagerado, Tristán, seguro que no era para tanto. Además ya deberías estar curado de espantos.
Eso creía yo, hasta que me vi encerrado en el despacho de la secretaria judicial y tuve que elegir entre salvar la vida o defender mis derechos.
Y como la rata cobarde que soy no dudé ni un segundo en optar por lo primero.
La cosa comenzó cuando la funcionaria que había tramitado mi subasta aprovechó mi visita al juzgado para darme una buena noticia aderezada con el veneno de siempre.
A los muy hijoputas no les bastaba con decirle al demandado que tras muchos meses dando el coñazo, de la misma forma que a todo cerdo le llega su San Martín, a él le había llegado la hora de desalojar la vivienda en la que ha estado viviendo de gorra desde principios de año. Tampoco les bastaba con llevar la fecha de Lanzamiento hasta el mes de abril, lo que es un regalo incomprensible tras tantos meses de permanecer en una vivienda que ya no es suya.
No les bastaba con eso, no.
Sino que por un lado le dicen que se tiene que ir pero por otro le envenenan la mente con la sucia mentira de que si pertenece a alguno de los colectivos vulnerables puede conseguir suspender el desalojo acogiéndose a la Ley 1/2013. A continuación le explican las condiciones y le comentan cómo hacer la solicitud, remarcando que no necesita letrado ni procurador.
Y eso no es más que una sarta de mentiras ponzoñosas.
Porque eso sería así solo si el adjudicatario fuera el banco acreedor, pero es una patraña cuando los adjudicatarios somos cualquier otro.
Y el hecho de incluir esa bazofia en la Diligencia impide que Don Moroso Empedernido acepte negociar conmigo porque en estos momentos se cree que no voy a poder desalojarle de su casa en la vida. El muy lerdo ha pasado de tratarme de usted a carcajearse en mi puta cara de loco, en el convencimiento de que va a poder estar ahí apalancado por los siglos de los siglos.
Y todo porque los "incompetentes judiciales" de siempre no se toman la molestia de redactar diligencias diferentes para cuando el adjudicatario es la parte actora o cuando somos todos los demás.
No es la primera vez que me pasa.
De hecho esto es bastante frecuente.
De manera que cuando leí que otro juzgado de retrasados mentales me la había vuelto a jugar se desató mi ira y comencé a descargarla contra la funcionaria, con tan mala suerte de que en ese momento pasaba por ahí la secretaria judicial, quien me llevó a su despacho y cerró la puerta.
Y cuando me enfrentó...
¡¡Dios mío, Noooo, menuda napia!!
Y lo peor de todo, la increíblemente sobredimensionada nariz estaba coronada por una verruga a punto de explotar.
Dígame cuál es exactamente el problema...
Y ahí estaba yo, con los ojos fuera de las órbitas, mirando aterrorizado la nariz de la secretaria verrugosa y pensando que, por Dios, que no se diera cuenta de que no tenía ojos más que para esa monstruosidad que me había paralizado más eficazmente que si me hubiera mordido una mamba negra. Comencé a balbucear, pero mis pensamientos estaban concentrados solo en escapar de esa encerrona tan pronto como fuera posible.
Por favor, que no se cabree ningún lector que padezca de gigantismo napial. Mi terror no estaba producido por el tamaño de la nariz, sino por la agresividad de esa verruga que estaba a punto de saltar sobre mi contagiando mi agraciado rostro. Tan solo trato de explicar el horror que sentí. Pero apenas tengo palabras.
De ahí que escapara abochornado del juzgado y rumiando pensamientos homicidas.
Lo del Kalashnikov quizás sea excesivo, pero lo cierto es que ya va siendo hora de que le metamos mano a la Justicia española, que está plagada de ineptos, de funcionarios que, a la indolencia y negligencia en sus funciones,le unen una incompetencia elevada al cubo.
No quiero generalizar, porque existen algunas honrosísimas excepciones, pero hay que decir que en general el trabajo judicial deja mucho que desear y que la inmensa mayoría de los escritos judiciales están plagados de errores. Muchos de ellos originados por el famoso copia/pega, pero otros muchos simplemente se deben a la falta de concentración de los empleados y a su falta de espíritu de trabajo.
Y no me refiero solo a los funcionarios de base, sino que la cosa es peor cuanto más ascendemos en la escala judicial.
Entiendo que las oposiciones a juez y a letrado para la administración de justicia son muy duras y es muy meritorio aprobarlas, pero esta gente debería interiorizar que aprobar la oposición no es el final del camino y de los esfuerzos sino que solo es el comienzo de una carrera en la que se deben al servicio al ciudadano. Mi tesis es que nos hayamos ante una casta, la judicial, compuesta en una gran mayoría por holgazanes e incompetentes, que se ha convertido en un lastre para las ansias de Justicia del ciudadano español.
¿Y toda esta mierda tiene solución?
Desde luego que la tiene.
Y precisamente esto es de lo que va el último post que publiqué en Subastanomics:
El lamentable estado de la Justicia española
y la solución definitiva a tanta incompetencia
El post comienza con un repaso de todas las cosas que funcionan de pena en la Justicia española y finaliza con mi propuesta de reforma, una propuesta que a muchos les parecerá una barbaridad pero que si se llevara a cabo, a la vuelta de muy pocos años toda esta mierda no sería más que una mala pesadilla.
Y cuando ya casi había finalizado la redacción de este post me encuentro con la siguiente noticia, en la que lo que se cuenta es tan increíble que yo no me la creería de no llevar más de 26 años lidiando con juzgados incompetentes.
Se trata de un juzgado que tras la subasta,
en vez de ingresar el dinero recaudado en la cuenta del acreedor,
lo ingresa en la del deudor.
Cuando se dan cuenta le reclaman el dinero al deudor,
pero éste dice que ya no lo tiene.
¿No es acojonante?
¿Acaso un error semejante sería admisible en la empresa privada?