Un activo es algo que pone dinero en mi bolsillo.
Un pasivo es algo que saca dinero de mi bolsillo.
Si usted quiere ser rico, simplemente pase su vida adquiriendo activos
Robert Kiyosaki “Padre rico, padre pobre”
La ventajas de ahorrar e invertir las conocemos desde hace bastantes años. En el Génesis, José interpretaba el sueño del faraón como que debía ahorrar durante las vacas gordas para cuando llegasen las vacas flacas. El Talmud dice que debemos invertir un tercio en tierras, un tercio en negocios y conservar un tercio en dinero. Y siguiendo nuestro ejemplo de la carta anterior de Robinson Crusoe vemos que el ahorro y la inversión son necesarios para el desarrollo.
En España, invertimos tradicionalmente en inmuebles, pidiendo dinero prestado dando por hecho que la vivienda siempre sube y que es una inversión segura. Esto no es del todo cierto, el precio de la vivienda suele subir, pero no siempre, y si tenemos una hipoteca podemos vernos obligados a vender perdiendo dinero.
Por otro lado, el mundo anglosajón tiene más cultura de invertir en renta variable (en empresas) y posiblemente tengan más interiorizadas las ventajas de invertir en acciones, como la posibilidad de invertir en buenos negocios, con bajo coste y sin necesidad de endeudarse.
Otras opciones de ahorro habituales suelen ser la renta fija (deuda y bonos), el dinero en efectivo y el oro. El principal problema de la renta fija es la posible burbuja de los últimos años, causada principalmente porque los bancos centrales han imprimido mucho dinero desde la última crisis y eso se podría traducir en inflación. Brevemente, si prestásemos nuestro dinero y nos diesen el 1% de intereses anuales, y los precios generales suben al 3%, estamos perdiendo el 2% todos los años. Por otro lado, la rentabilidad del dinero es del 0% asi que siempre perdemos la inflación, y la rentabilidad del oro descontando la inflación ha sido del 0%[1] aproximadamente.
¿Qué rentabilidad han obtenido en el pasado?
La renta variable global ha obtenido rentabilidad media anual real (descontando la inflación) durante los últimos 145 años del 6.9%[2]. Y rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras, pero el pasado es nuestra mejor herramienta para analizar el presente y extrapolar el futuro. En el mismo periodo, la renta fija obtuvo una rentabilidad del 2,5%. El sector inmobiliario consiguió una rentabilidad anual real del 7%, similar a la renta variable (si observamos desde 1950 la rentabilidad del sector inmobiliario fue del 7.5% frente al 8.3% de la renta variable).
¿Y cuánto invertiremos en cada activo?
En general, va a depender de nuestra capacidad de asumir riesgos y de nuestros conocimientos financieros. Por un lado, cuanto más dinero tengamos más dinero podemos invertir porque tendremos nuestras necesidades básicas cubiertas. Del mismo modo que cuanto menor sea nuestra edad también aumenta nuestra capacidad de esperar a que una inversión se recupere. Por otro lado, cuanto mayores sean nuestros conocimientos financieros, nuestra inversión en renta variable podría ser mayor.
Podemos encontrar respuestas sencillas como la del Talmud, o la regla de 120 menos nuestra edad (el resultado sería el porcentaje de nuestro patrimonio que podríamos invertir en renta variable), o la regla del 60% en acciones y 40% en bonos, o simplemente a partes iguales entre cada clase de activo.
En cualquier caso, se trata de una decisión importante que entraña riesgos considerables y si es posible, se debe consultar con un asesor profesional independiente que nos ayude a tomar la mejor decisión.
[1] “Stocks for the Long Run” de Jeremy Siegel. El autor compara la rentabilidad de las acciones y bonos estadounidenses, y el oro en el periodo 1802-1997.
[2] “The Rate of Return on Everything, 1870–2015” escrito por Oscar Jordá, Katharina Knoll, Dmity Kushinov,, Moritz Schularick y Alan M. Taylor. Las rentabilidades son similares a las motradas por Siegel.