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Hoy por la mañana he leído un artículo de Juan Torres en el que contestaba a otro de Jose Carlos Diez. La verdad es que me he reído un rato.

Por un lado, José Carlos Diez hace un alegato para que todo siga igual defendiendo que Grecia ha propuesto subir el IVA,  un banco malo y ha pagado todas las deudas con el FMI sin tener que aprobar el artículo 135 de la Constitución como nosotros. Hasta aquí todo un poco absurdo. Entre otras cosas porque está claro que Grecia no va a pagar la totalidad de la deuda. En todo caso, resulta que, por ahora, ha aplazado los pagos. Y las últimas noticias son que se han negado a la subida del IVA planteada. O sea que el diagnóstico no se mantiene demasiado.

Pero luego nos habla de la posibilidad de crear monedas para pagar a funcionarios, en la línea de la posibilidad de pagar con pagarés que se ha planteado en Grecia (y no precisamente por Tsiriza).  Y recuerda con acierto que será un desastre por la Ley de Gresham (que da título a su post). La verdad es que no acaba de explicar muy bien la ley de Gresham; en particular usa una frase que es para leer con calma: “siempre la moneda buena es preferida a la mala”.

Yo creía que no había forma de discrepar de esta frase. Se puede argumentar que es una tontería; pero discrepar significa decir que la moneda mala es preferida a la buena, lo cual creía indefendible hasta llegar al post de Juan Torres que se monta un lío tremendo a cuenta de esta frase y de las distintas monedas en un post titulado “Economistas perdiendo el norte atacando a Podemos”.

Para que el respetable no se pierda, me gustaría resumir: un economista que va de progre, quejándose de todo, dice que todo se tiene que hacer como se está haciendo y titula un post con la ley de Gresham que no acaba de explicar demasiado  (aunque acierte). Otro que va más de progre, se mete con José Carlos Diez porque se está metiendo con Podemos, obviando el detalle de que Podemos pasa de Juan Torres porque ha hecho un programa y una presentación que recuerdan terriblemente al discurso de Fuentes Quintana en las formas y a lo de otros partidos como el PSOE.

El caso es que Juan Torres se lía un poco con la ley de Gresham y acaba concluyendo que: “Díez se equivoca cuando dice que según la Ley de Gresham “la moneda buena es preferida a la mala”. Es justo lo contrario. Lo que Sir Thomas Gresham dijo en el siglo XVI es que la moneda  de menor valor intrínseco tiende a desplazar a la de mayor mayor (sic). Es al revés de lo que dice Díez: según Gresham, es la moneda mala la que desplaza a la buena” .

El caótico post de Torres me lleva a tratar de explicar de una forma simple la ley de Gresham y las razones por las que, en este punto, José Carlos Díez tendría razón. Curiosamente el párrafo de Juan Torres tiene también algo de cierto. Lamentablemente creo que no entiende muy bien lo que quiso decir Gresham.

Las dos cosas ciertas son “la moneda buena es preferida a la mala” como dice José Carlos Diez y “la moneda de menor valor intrínseco tiende a desplazar a la de mayor valor” como dice Juan Torres (salvando la errata y la palabra intrínseco). ¿Cómo se conjugan las dos cosas? Pues es sencillo y me gustaría recordar un post que coloqué en el pasado en el que explicaba lo que pasaría si se eliminase el dinero en efectivo.  Respecto a la palabra intrínseco, tenemos que  tener en cuenta que en la época en la que se dicta esta ley no se imaginaba el bitcoin ni ninguna otra moneda que no estuviese respaldada por oro, plata o bimetalismo.

El razonamiento es muy simple y tan sólo tenemos que entender que existan varias monedas en circulación. Da igual que sean formales, informales, criptomonedas o lo que sea; (Juan Torres se monta un pollo considerable con las distintas monedas cuando en realidad no es importante a estos efectos).

Cuando existen varias monedas las podemos ordenar en función del valor que esperamos que vayan a mantener. Hace un tiempo todo el mundo invertía en bitcoins porque se esperaba una revalorización de la moneda cuando en realidad no tenía  el menor valor intrínseco, pero se consideraba que era una moneda que podía mantener la riqueza en medio de un entorno en el que los bancos centrales están imprimiendo constantemente. Era un error, pero sirve para que entendamos la cuestión.

La gente querrá mantener los ahorros en la moneda en la que espera mantener el mayor valor. En Argentina está claro que la gente prefiere mantener sus ahorros en dólares. Y desde luego si un ayuntamiento emite una moneda o si Grecia emite Pagarés negociables que puedan funcionar como dinero todo el mundo preferirá mantener euros. Esto ocurrirá incluso cuando Grecia y nosotros salgamos del euro.

La moneda buena (entendida moneda buena como aquella que preferimos, y preferiremos aquella que no se espera que se vaya a devaluar) será preferible a la mala.

Pero además de los ahorros, todas las  personas tienen una actividad económica. Es simple; si las personas quieren mantener sus ahorros en euros, ¿Qué moneda gastarán? Si los funcionarios cobran en la nueva moneda lo que harán será tratar de hacer todos sus gastos en la moneda local y cambiar el resto. Por el otro lado, las empresas acabarán poniendo precios distintos; se cobrarán unos precios mayores en la moneda local que en euro. La razón es simple; todo el mundo preferirá tener euros y gastar las otras monedas.

En los cambios de moneda siempre se perderá dinero y lo que pasará, en definitiva, es que la moneda mala circulará a una velocidad mucho mayor. Todo ello porque la gente prefiere la buena, de forma que todo el mundo querrá deshacerse de la mala, aún a costa de perder (obteniendo menos bienes y servicios por ella). A su vez la velocidad de circulación de la moneda buena (pongamos que es el euro) será mucho menor. Todo el mundo trata de atesorarla.

Si tenemos en cuenta por tanto la velocidad de circulación, es fácil entender que nos encontraremos con una  situación en la que los precios se dispararían en la moneda local y se reducirían mucho  en euros (en España).

Es cierto que se podría generar cierta actividad económica, pero el euro se acabaría convirtiendo en una divisa; por lo menos mientras existiese la posibilidad de que el euro se revalorizase. No hace falta más que imaginar una situación en la que cada vez más gente esté intentando deshacerse de una moneda que además es cada vez más numerosa (se van pagando las nóminas mes a mes), mientras que cada vez existen menos euros disponibles.

Sin embargo, irónicamente todo esto acabaría con un volumen desmedido de transacciones en bienes básicos que subirían mucho de precio (máxime en una situación en la que la oferta tiene el poder), lo cual afectaría muy negativamente a la renta de los trabajadores, mientras que las  personas con capacidad de ahorro mejorarían mucho. 

Claro que Juan Torres puede estar suponiendo que desde un ayuntamiento se puede cambiar el sistema económico patrio.

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