Un efecto colateral de las negociaciones entre Grecia y el Eurogrupo ha sido la vuelta a los escenarios de los acuerdos de Londres de 1953, mediante los que se acuerda una quita relevante de deuda (tanto pública como privada) de la entonces República Federal de Alemania.
La historia no es más que una sucesión de acontecimientos que van encajando unos con otros, por lo que siempre podríamos ir más atrás, pero considero que para entender la situación en 1953, debemos remontarnos al momento en que se firma el tratado de Versalles en 1919 (seis meses después del armisticio que puso fin a la primera guerra mundial). La razón es que es en este momento donde surge la deuda que se trataría en dichos acuerdos. Hoy que estamos acostumbrados a la palabra y la táctica de la humillación quizás deberíamos recordar que este tratado se conoce como “el tratado de la humillación alemana”.
En este tratado se produce una profunda reorganización del mundo y surge, entre otras cosas, la Sociedad de Naciones para evitar futuras guerras. En dicho tratado nace Alemania, desmembrada del Imperio Austro-Hungaro y se crean 12 nuevas naciones, además de consumar el reparto de los territorios coloniales (relevantes por las materias primas y mercados para las manufacturas) lo que en definitiva había originado la primera guerra mundial.
En dicho tratado consta “Los gobiernos aliados y asociado afirman, y Alemania acepta, la responsabilidad de Alemania y sus aliados por haber causado todos los daños y pérdidas a los cuales los gobiernos aliados y asociados se han visto sometidos como consecuencia de la guerra impuesta a ellos por la agresión de Alemania y sus aliados.”
A partir de esta premisa, se pactan las compensaciones que se han de facilitar y las condiciones que Alemania debe cumplir. En particular, aparece una deuda de 132.000 millones de marcos-oro (1 $ oro equivalía a 4,2 Dm- Oro) a lo que se suma la obligación de entregar numerosos bienes como parte del pago (buques, carbón, producción agrícola, la mitad durante años de la producción agrícola, farmacéutica…). También se reparten las antiguas colonias, expropiando las propiedades privadas de los alemanes en estas; se ocupa la orilla izquierda del Rhin (la más industrializada).
Tradicionalmente cuando tratamos de explicar los años 20 en todo el mundo hablamos de tres situaciones claramente diferenciadas como si hubiese tres estancos; con tres grupos claramente diferenciados: Alemania, las Grandes Potencias y el Imperio Ruso.
El imperio Ruso se encontraba en una situación peculiar; Inició la primera guerra mundial en el bando de los ganadores; sin embargo, la abandonó en 1918, tras la revolución rusa de 1917. En esos momentos está inmersa en una guerra civil que finaliza en 1921 con la derrota del “ejército blanco” o antibolcheviques (apoyados por las grandes potencias). Esto desencadenaría en la creación de la U.R.S.S. y el distanciamiento de las grandes potencias. Por ahora debemos dejarnos de centrarnos en el resto del mundo.
El mundo comienza la década de los años 20 con un impacto significativo en las finanzas y la globalización. A la luz de un endeudamiento creciente y cierta relajación de los criterios y normas de inversiones, las grandes potencias comienzan una época que ha pasado a denominarse como “los felices años 20”. No suelen relacionarse los mercados financieros en los años 20 y siguiente con lo acaecido en Alemania en las mismas fechas; por lo menos no más que tangencialmente. Debería ser sencillo entender que todas las decisiones se impregnan de la misma ideología, al ser las Grandes Potencias, (En particular sus elites) las que toman todas las decisiones con distintos efectos.
Personalmente siempre he tenido la opinión de que la relación entre la evolución de los mercados financieros (principalmente americanos) y la situación alemana no se tiene demasiado en cuenta en base a dos motivos fundamentales
El primero es la tendencia a desligar la gran recesión de lo acaecido en los años previos. Los crash se suelen considerar como un accidente y como mucho se habla en abstracto de comportamientos previos. Suele haber una revisión a posteriori para tratar de encontrar síntomas o avisos previos y luego muchos enfoques de parte (desde el sector financiero se culpará a los estados, y desde los estados a la ambición desmedida); no abundan y en todo caso no serán distribuidos, comentados y apoyados aburridos análisis conjuntos. En aquellos momentos aún no estaban fundadas las bases de la economía como una ciencia (social) pero incluso hoy explicamos la situación actual en base a la productividad, las deudas y demás pero no hay explicaciones amplias y generales).
La segunda puede ser más polémica y tendría su origen en discursos populistas de Adolf Hitler; Hitler llegó al poder usando el discurso de la humillación en Versalles y de las penurias impuestas para satisfacer a los inversores de las potencias extranjeras. El mero hecho de que Hitler mencionase estas causas impone un límite claro a cualquiera que se aproxime a los problemas. Si hubiese dicho que el mar es azul hoy tendríamos un problema. De hecho (y para probar este argumento) me gustaría aclarar que la humillación y las condiciones absurdas impuestas a Alemania no justifican de ninguna forma lo que ocurrió después; pero dicho esto, las decisiones tomadas no se pueden olvidar.
En 1921 se acuerda el calendario de pagos de las indemnizaciones; se establecen tres series de bonos; “A”, “B” y “C”. Las dos primeras series sumaban 100.000 millones de marcos-oro y la serie “C” por importe de 32.000 millones respondía al pago de las reparaciones de guerra y se usó como arma política ya que nadie esperó nunca que fuesen pagados. El servicio de la deuda por los pagos del “A” y el “B” suponía el pago de 2.000 millones de marcos-oro y el 26% del valor de las exportaciones alemanas.
Muchos economistas (Keynes a la cabeza en “The economics consecuencies of the Peace”) advirtieron que dicha deuda era impagable, ya que se dejaba a la nación sin recursos y sin posibilidad de obtenerlos. Expropiando y desmantelando su capacidad industrial no habría capacidad de generación de riqueza, además se debería tener en cuenta que tanto los productos alemanes como sus trabajadores fueron repudiados tras el conflicto. Se advirtió también de que las grandes potencias estaban más preocupadas por extraer a corto plazo todos los recursos que pudiesen de Alemania que de buscar el pago de la deuda.
Por otra parte, arreciaban las críticas contra Alemania basadas en que la reforma fiscal dejaba numerosos huecos para buscar la recaudación. La creencia era que existía un riesgo moral, ya que se pensaba que si la recaudación no se incrementaba, existía la posibilidad de que las deudas fuesen perdonadas. Lo cierto es que Alemania necesitaba mantener la paz social, recuperar un mínimo las condiciones económicas y cumplir unos requisitos imposibles. La conclusión es que desde el primer momento los pagos no fueron totalmente realizados y llegaron los procesos de hiperinflación (que supuestamente motivan las actuaciones del Bundesbank hoy en día).
En 1924 se aprobó el plan Dawes (Secretario del Tesoro USA) que trató de abordar el problema; se concedió un préstamo de 800 millones de marcos-oro para estabilizar la economía germana y se reestructuró su deuda; además, se puso bajo supervisión internacional su banco central y se creó un organismo para los pagos a los acreedores; Alemania recauda los impuestos para el pago de la deuda, que transfiere los fondos a un agente aliado, que a su vez decide sobre los pagos a realizar. Dicho plan funciona inicialmente gracias a la situación del resto de los países (los famosos “felices años 20”), mediante un sistema que podemos entender hoy perfectamente. Las ultra expansivas políticas monetarias en esos momentos en Estados Unidos (además de inflar los distintos mercados) propician la llegada masiva de crédito a Alemania.
Se paga la deuda externa alemana en base a créditos de inversores USA que buscaban rentabilidades elevadas. En 1928 comienzan los problemas otra vez con las acusaciones a Alemania de “irresponsabilidad fiscal” y, en 1929, se cambian las condiciones en el plan Young (en honor a Owen Young que era un empresario). El plan Young no se podría entender jamás fuera de una situación en la que la gran banca de USA instrumentaba sus préstamos hacía Alemania (entre otros lugares) en una huida hacia adelante para la búsqueda de rentabilidades, aunque fuese a costa de un riesgo extremo. El optimismo, medido en torno a las recomendaciones y titulares de prensa era extremo, lo que significa que, en realidad, los problemas ya estaban manifestándose y acabarían pronto con la crisis financiera de 1929. Este plan ofrecía otro préstamo para seguir rodando y pretendía fijar una estabilidad en el cobro de dichos préstamos. La irresponsabilidad Alemana en realidad era puro agotamiento.
En dicho plan se vuelve a aprobar un préstamo nuevo de 1.200 millones de marcos-oro y otra reestructuración y además se fija un calendario incondicional de pagos a realizar a través del Banco de Basilea. Falla estrepitosamente porque estalla la crisis financiera de 1929. En 1931 se establece una moratoria de un año; en 1932 se eliminan los 32.000 millones de marcos-oro de las reparaciones de guerra y, finalmente, en 1932 Alemania entra en default precipitada por la Gran Depresión. Alemania dependía de los créditos de los inversores de Estados Unidos para afrontar los pagos; a su vez los inversores de los Estados Unidos dependían de las posibilidades de pago de Alemania (y el resto del mundo). En el momento en que el mercado descubre que muchos créditos son incobrables, se derrumba Wall Street y por tanto la financiación a los países dependientes. Alemania, dada su especial vulnerabilidad es la primera en caer. Hasta entonces los pagos habían ascendido a 23.000 millones de marcos-oro.
La Gran Depresión, las humillaciones de las reparaciones, la deuda externa impagable y unas condiciones insostenibles fueron claves en el ascenso al poder de Adolf Hitler, Respecto a la deuda constan varias reestructuraciones; En 1933 se establece que no se pagarán bonos en moneda extranjera por un valor superior al 50% de su valor nominal; el resto se pagaría con un bono especial convertible en marcos convertibles; en 1934 se emiten bonos para intercambiar por los bonos de los planes Dawes y Young, de tal forma que sólo pagaban el 3% de los intereses acordados (un bono Dawes ofrecía un 7% de tipo de interés que ahora quedaba en el 0.21%).
Finalmente se llegó al default y a un nuevo conflicto mundial que se saldaría otra vez con la derrota alemana en 1945. Antes incluso del desenlace final del conflicto, tiene lugar la conferencia de Yalta; en la que se repartió el territorio alemán y se fijó ya el importe de la indemnización que tendría que pagar Alemania por la segunda guerra: un total de 20.000 millones de dólares (a pagar con los bienes de su riqueza nacional e incluso el uso de mano de obra alemana). Tras la rendición incondicional germana, todo lo anterior se confirma en la conferencia de Postdam. En todo caso, en ningún momento existió un tratado final de paz propiamente dicho con Alemania o liquidación de las condiciones hasta el tratado de Moscú de 1990 en el que Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la U.R.S.S. renuncian a cualquier cantidad y se acuerdan las últimas cuestiones sobre la soberanía a cuenta de la reunificación alemana.
Los primeros años de la postguerra fueron especialmente dramáticos para Alemania; se le obligó a desmantelar su industria, se limitaron de forma drástica las exportaciones, se trasladaron millones de alemanes desde las fronteras anteriores a un estado mucho más reducido. Aún sin la existencia de un plan que consistía en hacer retroceder los niveles de vida y las estructuras productivas a datos de la gran depresión, deberíamos tener en cuenta que el continente estaba completamente destrozado en todos los sentidos. Las ciudades e industrias por los bombardeos, las poblaciones rurales aisladas por la destrucción de puentes y carreteras y el comercio en Europa bloqueado además por el incipiente telón de acero.
Para hacernos una idea de las condiciones recomendaría leer el discurso de 5 de junio de 1947 pronunciado por Georges Marshall en el que aparece lo siguiente:
“El agricultor siempre ha producido los productos alimenticios a intercambiar con el habitante de la ciudad para las otras necesidades de la vida. Esta división del trabajo es la base de la civilización moderna. En la actualidad está en peligro de colapso. Las industrias de pueblos y ciudades no están produciendo bienes adecuados para intercambiar con el agricultor que debe producir los alimentos. Las materias primas y combustible son escasos. La maquinaria, como he dicho, es inexistente o está inservible. El agricultor o el campesino no puede encontrar los productos desea comprar. Dado que no puede usar el dinero obtenido, la venta de su producto agrícola no es una operación rentable. Por lo tanto, se han abandonado muchos campos de cultivo que son usados para el pastoreo. Se almacena más grano de tal forma que él y su familia tienen una amplia oferta de comida, pero casi nada de ropa y otros artículos cotidianos en la civilización. Mientras tanto, la gente en las ciudades carece de alimentos y combustible, y en algunos lugares se acercan a los niveles de hambre.
Así, los gobiernos se ven obligados a usar su dinero y los créditos extranjeros para adquirir estas necesidades en el extranjero. Este proceso agota los fondos que se necesitan con urgencia para la reconstrucción. Por lo tanto, se está gestando una situación muy grave que no presagia nada bueno para el mundo. El sistema moderno de la división del trabajo, en que se basa el intercambio de productos se encuentra en peligro de romperse.
La verdad del asunto es que las necesidades de Europa para los próximos tres o cuatro años de comida extranjera y de otros productos básicos - principalmente de América - son mucho más grandes que sus actuales capacidades de pago, de tal forma que se necesita ayuda adicional sustancial o se enfrentara a una crisis económica y un deterioro político y social de carácter muy grave.”
Cuando parecía que se iba a repetir la historia tras la primera guerra mundial, todo cambió, de tal forma que el acuerdo de Londres fue completamente diferente rompiendo la dinámica que había destrozado Europa.
Hasta aquí me gustaría que se reflexionase sobre las dinámicas que empujaron a los distintos actores a una situación absolutamente dramática porque duele encontrar hoy los mismos argumentos, aunque en protagonistas diferentes. Duele asimismo que se hayan olvidado las lecciones que permitieron construir Europa y un sistema económico que, aunque imperfecto, permitió un gran desarrollo tanto económico como social. Ese será el relato de la siguiente parte.