A veces acierto, a veces fallo. Pero siempre digo las cosas por adelantado, nunca a toro pasado. Y como muestra este botón.
Grecia y sus acreedores firmarán un acuerdo in extremis el último día disponible de negociación, que muy posiblemente será mañana martes día 30. La intervención de Estados Unidos habrá sido decisiva para ello. El acuerdo incluirá una reestructuración de la deuda, quita o como lo quieran llamar, puesto que la deuda griega, tal y como está, es impagable. Tsipras venderá el acuerdo a los griegos como el mejor posible, mantendrá el referéndum para el 5 de julio y recomendará votar que sí, como lo hará la inmensa mayoría del arco parlamentario de Syriza, todos quizás a excepción del partido comunista y su exigua representación en Syntagma.
Es posible que el acuerdo se alcance más adelante a lo largo de la semana si se parchea la cuestión del default entre el 30 de junio y el 5 de julio, pero no podrá ir más allá del sábado, día de votación para TODOS los griegos. Y es que en Grecia votar es obligatorio.
Soy optimista al respecto desde el principio, no tanto por una cuestión de simpatía hacia los pueblos griego y alemán (Ja, die gefallen mir sehr gut!), sino porque las consecuencias de que no exista ese acuerdo son casi apocalípticas.
Y aquí no estoy hablando de un escenario típico de Grexit que tantos economistas cortos de luces están manejando. Más allá de que Grecia vuelva a neodracma, sus importaciones se doblen en precio y sus exportaciones y turismo se vuelvan terriblemente competitivos, más allá de la suspensión de pagos, el corralito y las dificultades transitorias por las que pase tan pequeño país, creo que los negociadores del bloque acreedor al frente no se han dado cuenta aún de lo que nos jugamos TODOS los europeos en esto. La cosa es gorda, y no porque el euro vaya a más o a menos. Hay mucho más en juego, prácticamente nuestra prosperidad e independencia como continente.
Se creen que la cosa se reduce a unos 400 millones de euros arriba o abajo, a pagar la deuda e incluir los asientos en un excel de colorines. Quienes crean esto no tienen ni idea, pero NI PUTA IDEA del trabajo que ha costado construir Europa y de los sacrificios, orgullos masacrados y paciencias infinitas que jalonan el camino de los últimos 60 años.
Europa como tal es una anomalía histórica, la confirmación de que lo imposible es posible con esfuerzo y voluntad. Es un continente cuya historia habla de sangre, malentendidos y guerras por un quítame allá esas pajas. Es el ente terrestre irradiador de cultura por excelencia, es el estandarte de la cultura grecorromana que tiene su más brillante proyección en toda América. Pero Europa como ente político ha sido un completo desastre.
En esa fecha cambió todo. Humeaban aún los rescoldos de la Segunda Guerra Mundial, una guerra en la que Europa perdió su papel preponderante en el mundo, puede que para siempre, y los rusos entraron como un elefante en una cacharrería hasta la mismísima Berlín. El imperio británico desapareció, Alemania renunció a sus sueños de grandeza y Francia vio claramente que no era tan "grandeur" como antaño. Todos estaban humillados, la depresión colectiva duró bastante desde 1945.
Pero entonces llegaron ellos. Ya insuflaban esperanza desde 1943 con los desembarcos de Sicilia y Normandía. La Guerra, esa guerra que nos buscamos los europeos solitos por no poner coto al loco, se veía prácticamente ganada.
Desde entonces toda la historia europea ha sido una búsqueda constante de la paz, el consenso y la armonía. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos, nuestros fallos, como la guerra yugoslava, con un papel decepcionante. Pero en líneas generales hemos ido progresando.
Hasta ahora.
No es ninguna tragedia que un país abandone el euro o la Unión. Pero sí es extremadamente grave que ese abandono sea a disgusto, con infinita pena y por una diferencia de 400 millones de euros.
La futura base naval que Rusia instalará en alguna isla del Mar Egeo, comprada o alquilada al gobierno griego, vale muchísimo más que una quita de deuda griega.
Recordar a los chinos que su ideario político está regido por cinco puntos muy concretos, uno de los cuales reza que los asuntos internos de otros países no son asunto de China, no tiene precio. Conviene recordárselo, porque no podemos resucitar a Zhou Enlai para que se lo grite al PCCh, que China nunca se ha metido en berenjenales ajenos, hasta ahora.
Resucitar las ideas de Keynes sobre el tratado de Versalles, ese gran e inteligente economista cuyas ideas han sido mil veces prostituidas por la falsa socialdemocracia y mil veces retorcidos por el credo neoliberal que se cree perfecto, tampoco estaría de más.
Si lo que nos proponemos es que, por lo menos durante una generación Alemania no pueda adquirir siquiera una mediana prosperidad; si creemos que todos nuestros recientes aliados son ángeles puros y todos nuestros recientes enemigos, alemanes, austriacos, húngaros y los demás son hijos del demonio; si deseamos que, año tras año, Alemania sea empobrecida y sus hijos se mueran de hambre y enfermen, y que esté rodeada de enemigos (...) Si tal modo de estimar a las naciones y las relaciones de unas con otras fuera adoptado por las democracias de la Europa occidental, entonces, ¡que el Cielo nos salve a todos! Si nosotros aspiramos deliberadamente al empobrecimiento de la Europa central, la venganza, no dudo en predecirlo, no tardará
Sabemos que puede haber más negocio en perdonar y ayudar que en exigir reembolsos imposibles, los americanos lo practicaron con el Plan Marshall, y salió de maravilla. Sería muy mala noticia que no se alcanzara el acuerdo para, a continuación, comprobar que Estados Unidos acude en ayuda de Grecia, dejando a la Unión al margen, antes de que lo haga Rusia, que está deseando tirar el anzuelo. Significaría que Europa no puede hacer frente a sus propios problemas y sigue necesitando de la ayuda generosa del socio yanqui.
No olvidemos quienes somos y donde estamos. Somos europeos, occidentales en el mismo club de los Estados Unidos, sus socios más fiables y estables (con permiso de Arabia Saudí). Y si estamos aquí es gracias a tipos como Keynes, Schuman, Adenauer y Kohl, tipos orgullosos que supieron tragarse su orgullo. Nada debemos a los malos tecnócratas que no saben levantar la vista de los asientos contables y mirar más allá, de querer a Europa como una idea realizable, como un modelo para el mundo.
Soy optimista, habrá acuerdo in extremis. Porque, de lo contrario, Europa derivará hacia algo muy distinto de lo que pensaron sus padres fundadores, un ente en descomposición que volverá a llevarnos atrás en la historia. Un continente del que no querré formar parte quizás nunca más porque nunca más me reconoceré en él.
Texto íntegro de la Declaración Schuman
La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan.
La contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas. Francia, defensora desde hace más de veinte años de una Europa unida, ha tenido siempre como objetivo esencial servir a la paz. Europa no se construyó y hubo la guerra.
Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. La agrupación de las naciones europeas exige que la oposición secular entre Francia y Alemania quede superada, por lo que la acción emprendida debe afectar en primer lugar a Francia y Alemania.
Con este fin, el Gobierno francés propone actuar de inmediato sobre un punto limitado, pero decisivo.
El Gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y de acero a una Alta Autoridad común, en una organización abierta a los demás países de Europa.
La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea, y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas.
La solidaridad de producción que así se cree pondrá de manifiesto que cualquier guerra entre Francia y Alemania no sólo resulta impensable, sino materialmente imposible. La creación de esa potente unidad de producción, abierta a todos los países que deseen participar en ella, proporcionará a todos los países a los que agrupe los elementos fundamentales de la producción industrial en las mismas condiciones y sentará los cimientos reales de su unificación económica.
Dicha producción se ofrecerá a todo el mundo sin distinción ni exclusión, para contribuir al aumento del nivel de vida y al progreso de las obras de paz. Europa podrá, con mayores medios, proseguir la realización de una de sus tareas esenciales: el desarrollo del continente africano. De este modo, se llevará a cabo la fusión de intereses indispensables para la creación de una comunidad económica y se introducirá el fermento de una comunidad más amplia y más profunda entre países que durante tanto tiempo se han enfrentado en divisiones sangrientas.
Mediante la puesta en común de las producciones básicas y la creación de una Alta Autoridad de nuevo cuño, cuyas decisiones obligarán a Francia, Alemania y los países que se adhieran, esta propuesta sentará las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz.
Para proseguir la realización de tales objetivos, el Gobierno francés está dispuesto a iniciar negociaciones según las siguientes bases.
La misión encomendada a la Alta Autoridad común consistirá en garantizar, en el plazo más breve posible, la modernización de la producción y la mejora de su calidad; el suministro, en condiciones idénticas, del carbón y del acero en el mercado francés y en el mercado alemán, así como en los de los países adherentes; el desarrollo de la exportación común hacia los demás países; la equiparación y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores de esas industrias.
Para alcanzar estos objetivos a partir de las dispares condiciones en que se encuentran actualmente las producciones de los países adherentes, deberán aplicarse con carácter transitorio determinadas disposiciones que establezcan la aplicación de un plan de producción y de inversiones, la creación de mecanismos de estabilidad de los precios y la creación de un fondo de reconversión que facilite la racionalización de la producción. La circulación del carbón y del acero entre los países adherentes quedará liberada inmediatamente de cualquier derecho de aduanas y no podrá verse afectada por tarifas de transporte diferenciales. Progresivamente se irán estableciendo las condiciones que garanticen espontáneamente una distribución más racional de la producción y el nivel de productividad más elevado.
La organización proyectada, al contrario que un cártel internacional tendente a la distribución y a la explotación de los mercados mediante prácticas restrictivas y el mantenimiento de grandes beneficios, garantizará la fusión de los mercados y la expansión de la producción.
Los principios y compromisos esenciales anteriormente expuestos serán objeto de un tratado firmado entre los Estados. Las negociaciones indispensables para precisar las normas de aplicación se llevarán a cabo con ayuda de un árbitro designado de común acuerdo, cuya misión consistirá en velar por que los acuerdos se ajusten a los principios y, en caso de desacuerdo insalvable, decidirá la solución que deba adoptarse.
La Alta Autoridad común, encargada del funcionamiento de todo el sistema, estará compuesta por personalidades independientes designadas sobre bases paritarias por los Gobiernos, quienes elegirán de común acuerdo un presidente. Las decisiones de la Alta Autoridad serán ejecutivas en Francia, en Alemania y en los demás países adherentes. Se adoptarán las disposiciones adecuadas para garantizar las vías de recurso necesarias contra las decisiones de la Alta Autoridad.
Un representante de las Naciones Unidas ante dicha autoridad se encargará de hacer, dos veces al año, un informe público a la ONU sobre el funcionamiento del nuevo organismo, en particular por lo que se refiere a la salvaguardia de sus fines pacíficos.
La creación de la Alta Autoridad no prejuzga en absoluto el régimen de propiedad de las empresas. En el ejercicio de su misión, la Alta Autoridad común tendrá en cuenta las facultades otorgadas a la autoridad internacional del Ruhr y las obligaciones de todo tipo impuestas a Alemania, mientras éstas subsistan.