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En mis tiempos mozos jugaba de alero en una pequeña escuadra de baloncesto. Los resultados dirán que no fuimos más que un equipo del montón, pero la verdad es que nos lo pasamos de miedo en todos los entrenamientos y en cada uno de aquellos partidos. Los más entregados a la causa hacíamos el trabajo sucio del entrenador. En cuanto teníamos un rato libre, echábamos mano del video para revisar, seleccionar y copiar las mejores jugadas de Celtics, Lakers, Bulls o Spurs. Las practicábamos con todo el equipo y las más fáciles las utilizábamos en nuestros partidos. Algunas veces nos salían, otras muchas, no. 
 
Recuerdo que, en las postrimerías de una de aquellas locas temporadas, nos enfrentábamos a nuestro rival directo en lucha directa por el liderato del grupo. Más que disputado, aquel partido se libró a cara de perro. Tras un mal tercer cuarto, nuestro coach pidió tiempo muerto. En los últimos minutos habíamos estado jugando realmente mal, haciendo cosas que no sabíamos hacer e improvisando en exceso. Cuando ya esperábamos un merecido broncazo, aquel entrenador nos sorprendió con una sola y calmada frase: “chicos, back to basics”. Todos entendimos el mensaje: si conseguíamos centrarnos en lo fundamental, tendríamos una oportunidad de ganar contra aquellos bestias. 
 
Soy consciente que estos últimos dos meses han servido para perder el pulso del mercado que, a la postre, es lo único importante. Es fácil que el exceso de información nos colapse mientras seguimos la evolución de la inflación, el crecimiento económico, la reducción de la masa monetaria en circulación, los mensajes hawkish de los bancos centrales y, lo más preocupante, las pataletas de nuestros compañeros de inversión. Y en confianza les diré que los llamados “mercados” me dan más miedo que el que fuera último consejo de administración del Banco Popular porque con los primeros pongo en riesgo mi capital y, de hecho, dependo de ellos. Las reacciones ante cualquier hecho que vaya contra sus deseos -sea la retirada de las políticas de estímulo, sea la permanencia por más tiempo del previsto de unos tipos de interés como los actuales-, es más próxima a la de cualquier niño malcriado que a la que se esperaría de inversores responsables. Por esa razón, hoy me centraré en el análisis del $SPX como índice director de la economía norteamericana, poniendo especial interés en extraer algún tipo de información relevante o, cuando menos, diferente.

Considerando el gráfico1 desde 1928, no cabe duda de que en el largo plazo extremo nos hallamos ante un índice absolutamente alcista. Más allá de lo evidente podemos observar que su evolución se caracteriza por la alternancia de tramos impulsivos -en donde se registran elevadas rentabilidades-, seguidos de periodos de consolidación lateral en los que se asientan los nuevos niveles en un aprisionamiento de la cotización que puede prolongarse durante algunas décadas. Eso no significa que, de mínimos a máximos de dichas lateralizaciones, no sea posible obtener beneficios. De hecho, son recorridos tan extensos que en ocasiones les denominamos burbujas, sea puntocom o subprime. En todo caso, siempre serán estas rentabilidades significativamente inferiores cuando las comparamos al rendimiento de los tramos impulsivos. 

Si tomamos en consideración los cuatro mercados laterales desde el año 1900 que muestra el gráfico2, observaremos que las rentabilidades -tomadas desde la banda inferior a la superior-, son del 150% (1936-1950), 85% (1972-1982) y 110% (1999-2013). En cambio, desde el punto de ruptura hasta los máximos de los tramos alcistas, el rendimiento ofrecido supera ampliamente a los anteriores, de tal forma que: 519% (1950), 1.200% (1982) y 205% (2013). 
 
Me gustaría insistir en este escenario. Es una idea extendida que el simple hecho de comprar un subyacente, más si es tan alcista y representativo como el $SPX, nos conducirá al Dorado de la rentabilidad a décadas vista. Eso significa, según algunos autores, una rentabilidad excepcional. No seré yo quien niegue esta estrategia pues, de hecho, todos sabéis que representa una pata fundamental de mi estructura de inversión. Pero precisamente, por ser consciente de ello, insisto en señalar que, si los activos donde depositamos nuestro capital entran en uno de esos rangos -y más si nos incorporamos a ellos en la banda alta-, será complicado buscar la rentabilidad que muchos prometen. Hago, por tanto, un llamamiento a la prudencia y, por supuesto, a desoír los cantos de sirena en forma de beneficios que recompensan sobradamente los sufrimientos soportados.
 
Porque debemos entender que cuando invertimos a largo plazo estamos renunciando a un capital actual -o lo que es lo mismo, un nivel de vida, una comodidad vital, una capacidad de compra-, a cambio de la esperanza -y solo es eso, una esperanza-, de obtener una compensación en forma de mayor capital dentro de mucho, mucho tiempo. Y no siempre asistiremos a un crecimiento exponencial de nuestros beneficios. También aquí existe un riesgo, no tanto de pasar por un crash bursátil -que eso ya está asumido-, sino de que nuestros activos queden atrapados en una de esas horquillas. Quienes invirtieron en la zona alta de la burbuja puntocom, no recuperaron su capital hasta más de una década después. Y tuvieron que aguantar la posición más de siete años quienes hicieron lo mismo en las cercanías del máximo de la burbuja subprime. Desde la experiencia, me atrevo a escribir que ni siquiera la rentabilidad obtenida después podrá compensar la amargura, no de semanas, ni de meses, sino de años observando cómo tu patrimonio de inversión ha perdido más de un 50% (en el caso del $SPX), o un 80% (en el caso del $NDX). Quizá si te sitúas en la treintena, puedes esperar muy razonablemente que, tras carros y carretas, la clara esperanza estadística de que todo esto te compense sobradamente; con una edad mayor, quedamos a expensas del destino. En ambos casos, aplicar técnicas como el DCA o las aportaciones periódicas pueden ayudarnos a la hora de suavizar las caídas y potenciar las recuperaciones del mercado. Nadie dijo que esto fuera fácil, bueno, algunos, sí. Y de ahí mi mensaje de alerta. 

Como sospecho que, por razones obvias, ninguno de los inversores que compraron en la base de este gráfico3 me estará leyendo, cambiamos el histórico para viajar hasta el momento en el que nació la última fase impulsiva, en marzo del 2009. El momento se caracterizó por la acumulación del sentimiento pesimista más absoluto, con nuevas caídas cada vez que los índices apuntaban algún tipo de recuperación. Sin embargo, es precisamente en esos contextos cuando se inician nuevos movimientos constructivos. Entendiendo los máximos y mínimos de las burbujas puntocom (1) y subprime (2) como un gran rango lateral, el primer punto clave llegaría con la ruptura alcista del año 2013 (3). Midiendo dicha altura y proyectándola a partir de ese punto, nos llevaría a un objetivo alrededor de los 3.550 puntos, marca que sería alcanzada tras un largo recorrido de siete años, en septiembre del 2020 (8). Un nivel que, por cierto, actuó como soporte (10) en octubre del año pasado a modo de throwback siendo, a la vez, exactamente el 50% de corrección de Fibo desde mínimos de la pandemia. En el camino hasta máximos hemos dejado atrás cisnes de todos los colores. Desde el Brexit (4), pasando por la corrección del 2018 provocada por el intento de normalización de tipos de interés por parte de Powell (5), el riesgo de guerra comercial USA vs China (6), o el selloff de la Covid19 en marzo del 2019 (7). Finalmente, el punto (9) marcaría los máximos desde que la cotización corrigió al iniciarse el camino de la política restrictiva. La extensión del último ciclo impulsivo, desde sus inicios, hasta la actualidad nos muestra el gran recorrido, tanto alcista como en tiempo que ha supuesto si lo comparamos con las dos burbujas anteriores.

A la hora de trazar la directriz alcista de este índice -gráfico4-, deberíamos limitarnos a unir los mínimos del 2009 con los de la pandemia. Al hacerlo, estaríamos obligados a intentar incluir puntos de retesteo que forzarían a una línea tendencial excesivamente gruesa y, por tanto, imprecisa. La directriz alcista más eficiente que, en mi opinión, ha funcionado razonablemente bien a lo largo de esta última década y, de hecho, la que he utilizado -gráfico5-, es aquella que excluye precisamente dichos mínimos y captura numerosas correcciones del índice. De las previsiones sobre posibles extensiones o correcciones trataremos en el próximo artículo.



NOTA. De ahora en adelante utilizaré el sistema de links para incluir gráficos. De esta forma, pinchando en el enlace a pie de imagen, podrá disponer de toda la información complementaria. Recomiendo acceder a dichas imágenes vía "botón derecho/abrir enlace en pestaña nueva", para mantener el artículo en pantalla.


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