Que el Banco Central Europeo no anunciase cambio alguno (en forma de nuevas medidas convencionales o no convencionales) en su política monetaria era la opción que contaba con más posibilidades. Pero del discurso posterior de Mario Draghi cabía esperar un mensaje que compensase la ausencia de novedades, y que permitiese a los mercados descontar que en el seno de la institución, el debate avanza hacia un mayor sesgo acomodaticio, sesgo que desprendían las declaraciones de algunos de sus miembros durante las últimas semanas (Asmussen, Praet, Nowotny). Pero no ha sido así, y las bolsas han reaccionado con caídas.
El presidente del BCE se ha limitado a repetir el discurso que empleó el pasado mes de mayo, cuando sí decidió bajar los tipos de interés. Los planes para facilitar la financiación a PYMES siguen en estudio, al igual que la posibilidad de pasar a negativa la tasa de depósitos (no piensan que ahora sea el momento), y la decisión de mantener los tipos nominales se ha tomado por consenso (algún miembro ha votado a favor de bajarlos).
Esas tres acciones potenciales convergen en la idea de tratar de evitar la fragmentación financiera, y que el crédito circule hacia las empresas de los países periféricos que no tienen posibilidad de financiarse, lo que favorecería la creación de empleo (de manera enrevesada, el BCE pretende ir más allá de su mandato único de vigilancia de la inflación, y preocuparse también por el crecimiento). Pero cabe señalar que cuando se han bajado tipos de interés en el pasado reciente, los canales de crédito en la periferia no se han desatacado, como tampoco lo hicieron cuando se redujo la tasa de depósitos bancarios del 0,25% al 0%. Así pues, más allá de la reacción de las bolsas, la medida con más potencial sobre la economía real debe ser de tipo no convencional.
Draghi también ha dicho que la relajación de los objetivos de déficit debe ser algo excepcional, y ha vuelto a señalar su preferencia por las reducciones del gasto frente a las subidas de impuestos.
Los inversores tendrá otra cita importante mañana con el dato de creación de empleo en EE. UU. durante el mes de mayo, en un contexto en el que el principal catalizador del movimiento de los mercados durante los últimos meses (el QE3) está en cuestión (con declaraciones contradictorias entre los miembros de la FED sobre la estrategia de salida).
Se espera una cifra en torno a los 175.000 puestos de trabajo, pero la reacción al dato es imprevisible, tanto si queda por encima como si lo hace por debajo (en los últimos días hemos visto reacciones tanto alcistas como bajistas a los datos negativos). Hasta que el mercado perciba con cierta claridad cuáles son las verdaderas intenciones de la FED respecto a la reducción de las inyecciones monetarias (si empezarán a reducirse este verano, en el último trimestre del año o ya en 2014), los movimientos erráticos y la ausencia de tendencia clara serán la nota predominante.
Sí resulta positivo el hecho de que el Ibex, que fue el peor índice europeo en mayo, esté siendo el mejor selectivo en lo que llevamos de mes, máxime cuando la deuda española no mejora. El bono a 10 años tocó el nivel del 4% hace un mes, y desde entonces, ha ido empeorando lentamente hasta el entorno del 4,6% actual. En la subasta del Tesoro de hoy, los bonos a 10 años se han colocado a un tipo mayor que el que marcaba el mercado secundario minutos antes de la subasta, confirmando el peor momento que vive la deuda española respecto a su tendencia previa.
Pero si ésta volviese a mejorar, e intentase volver a atacar el nivel del 4% en rentabilidad (algo que podría ocurrir si se retrasa la reducción del QE3), la bolsa española podría salir del movimiento lateral que viene trazando desde finales de abril, y liderar las subidas durante las próximas semanas.