Vivimos inmersos en la cultura del éxito, leyendo medios de comunicación y algunos análisis supuestamente profesionales uno tiene la sensación de que la bolsa está totalmente relacionada con el éxito y que el fracaso no existe. Se puede extraer de que la sentencia bíblica “ganarás el pan con el sudor de tu frente” no va con la bolsa porque aquí todo es fácil. Es como si los seguidores de la bolsa sean el público objetivo de los libros de autoayuda. Los comentarios sobre tantos éxitos en Bolsa han creado una corriente demasiado poderosa para estar fuera de ella y muchos son los que creen ser poseedores de un gran sistema infalible. A ello contribuye mucho la excesiva admiración por el éxito medido en términos monetarios en detrimento de otros valores más intrínsecos. La triste realidad es que el éxito es pasajero, superficial y no tiene contenido didáctico, su falsa apariencia nos hace confundirlo con el mérito, en cambio el fracaso es la semilla de la experiencia, es memorable y digno de estudio.
Lamentablemente nuestra memoria no quiere recordar los errores aunque son una fuente inagotable de experiencia y creatividad, por ello pocos reconocen los errores de la bolsa y por eso hay tan pocas personas adaptadas para tener conocimientos reales de bolsa. Como el ahorro forma parte de nuestra vida normal son muchos los que acuden a la bolsa y sorprendentemente su actitud choca con el adagio “de los errores se aprende” y precisamente los errores se deberían de tener muy presentes por dos motivos uno para no reincidir y otro para desarrollar la creatividad de los análisis; al no querer reconocer los errores es difícil progresar y cualquier éxito debido al azar deberíamos atribuirlo a la suerte y posiblemente nos lleve a un nuevo error. Para el que no quiere reconocer el error, si la bolsa sube es una buena noticia porque ha realizado una selección adecuada de los valores y si la bolsa baja es una noticia porque es una buena oportunidad de comprar más, por lo que el espacio que queda para el análisis es nulo. Los éxitos nos adormecen y son la antesala de los grandes errores. Normalmente preferimos olvidar nuestros errores porque nos traen recuerdos penosos, sin embargo deberíamos de tenerlos siempre en mente, hay que gravarlos en la memoria porque es la mejor forma de aprender de ellos y asegurarse de que no se va a cometer el mismo error.
No existe el camino fácil para el éxito. Abundan los libros de autoayuda en los que se explica los innumerables atajos que hay para llegar al éxito. Las grandes empresas seleccionadas como triunfadoras en estos libros suelen tener un denominador común: las grandes cualidades de liderazgo de su CEO o su presidente que de la nada ha construido un imperio. Curiosamente se hacen estos elogios a posteriori después de ver en la cuenta de resultados unos importantes beneficios, así ante unos resultados mediocres nunca se reconoce a un buen directivo.
Estos libros de autoayuda tienen una gran cantidad de seguidores y gozan de prestigio, comunican el éxito pregonando una gran sencillez en conseguirlo y considerando que sin análisis y con la virtud de la holgazanería se pude tener mas éxito que los profesionales, esto es especialmente cierto en la idea de comprar un valor en bolsa y mantenerlo siempre despreciando el valor de la empresa y la capacidad del equipo humano.
Los fracasos no existen, existen los resultados; el fracaso real es no saber aprender de los resultados erróneos, además si no nos equivocamos de vez en cuando quiere decir que no hemos aprovechado todas las oportunidades, el fracaso es necesario para el desarrollo de la personalidad. Cuando una sociedad admira el éxito independientemente de como se logre, disminuyen las defensas contra el engaño y su búsqueda sin límites proporciona una base inestable.
Cicerón:
Humano es errar, pero solo los estúpidos perseveran en el error.