PERIODISMO HUMANO : Los microcréditos también funcionan en dólares
Los microcréditos también funcionan en dólares
Seguro que recuerdan a Muhammad Yunus, el premio Nobel de la Paz en 2006. Un economista que mediante el sistema de microcréditos ayudó a sacar a miles de personas de la pobreza en Bangladesh, en su mayoría mujeres. El premio Nobel abrió, en palabras de Yunus, todas esas puertas en las que había estado aporreando durante años. Programas de televisión, grandes empresas, organizaciones internacionales. Todos los sitios donde se le había ocurrido llamar para conseguir fondos o simplemente darse a conocer.
Muchas de esas puertas estaban en Estados Unidos, la primera economía del mundo. Allí, aparte de conseguir financiación de parte de personalidades y fundaciones, Yunus descubrió algo más: norteamérica necesitaba su propia sucursal de Grameen, el banco de los pobres.
Yunus abrió en 2008 la primera delegación de Grameen en Nueva York emulando las palabras de Neil Armstrong nada más dejar la primera huella del hombre en la luna. El primer banco para pobres neoyorquinos era una semilla para ayudar a 4.000 personas en el barrio de Queens.
“Puede funcionar en cualquier parte. Estamos en la capital del mundo, en la ciudad del capitalismo, pero aún así hay cosas que aquí no funcionan”, declaraba después Yunus en una emisora neoyorquina.
Unos 28 millones de norteamericanos carecen de acceso a servicios bancarios. Menos de la mitad de las familias estadounidenses tienen una cuenta de ahorros. Como en Bangladesh, Yunus y los colaboradores de Grameen encontraron que los pobres de Estados Unidos estaban atrapados y obligados a continuar en las mismas circunstancias, condenados por el sistema.
La directora Gayle Ferraro siguió los pasos de Yunus desde Bangladesh hasta Estados Unidos y acaba de terminar un documental sobre el lanzamiento de Grameen America, “To Catch a Dollar“. “No tenía ni idea de la aceptación que tendría Grameen entre los estadounidenses, ni siquiera si funcionaría, pensé que sería interesante ver como respondían a esto”, comenta Ferraro desde Bangladesh.
El documental incluye reacciones que van desde periodistas hasta algunas de las mujeres interesadas por el programa en Nueva York. “Quise saber cómo respondían las mujeres del programa, qué hacían con el dinero, cómo cambiaban sus vidas”, dice Ferraro.
Las primeras dudas siempre fueron cómo encajar el modelo de los microcréditos en la economía del dólar, cómo pasar de un modelo que enseña que cuanto más tienes más consigues, a otro en el que por un dólar, consigues otro dólar.
“Rodar el documental me enseñó muchas cosas sobre nuestra sociedad, nuestra riqueza, y de qué manera nos negamos a ver cómo sobreviven los pobres. Mientras nos sintamos cómodos, nos gusta mantener la distancia”, afirma Ferraro. Para la directora, la costumbre de los norteamericanos de negar la existencia de lo que no quieren ver, así como su actitud fue uno de los mayores obstáculos del proyecto.
Pero al mismo tiempo, comenta que Grameen America encontró una de las claves de su éxito en cuántas personas quieren ayudar en estas comunidades empobrecidas. “Hay gente que siempre quiere colaborar y en cuanto ven una solución, se sienten con el poder de ayudar a toda la gente implicada”.
Los programas de microcréditos lanzados por Yunus se basan en la creación de grupos de cinco personas. Cada una de ellas recibe un primer crédito de 1.500 dólares que debe devolver en un plazo de 6 a 12 meses. Los grupos se reunen una vez a la semana para ingresar un mínimo de 2 dólares en su cuenta bancaria recién estrenada. Según Grameen, la formación de grupos refuerza el compromiso por saldar la deuda. Una vez cumplido el plazo y cubierto el préstamo, los miembros del grupo reciben el siguiente.
Grameen ha ayudado a mujeres sin recursos para relanzar su negocio de pastelería, por ejemplo, porque no podían comprar maquinaria tan simple como una batidora industrial. O que no podían cubrir el gasto de una secadora para el servicio de peluquería que ofrecen en casa los fines de semana o una nueva serie de productos para la manicura.
“No sabía la falta que hacen este tipo de programas en Estados Unidos”, afirma Ferraro. “No tenía ni idea de cuánta gente está excluída por el simple hecho de ser pobres”.
Los dos primeros años de Grameen America han coincidido con una de las peores crisis económicas de Estados Unidos. Desde Nueva York, donde hay ya tres sucursales en Manhattan, Brooklyn y Queens, Grameen se expande estos meses a otras localizaciones en Nebraska, California, Washington, D.C., Indiana, Florida, Georgia, Carolina del Norte y Massachussetts. En total, ya han distribuido nueve millones de dólares en préstamos.
Un 99 por ciento de los participantes en el programa devuelven el préstamo al completo, lo que permite que siga funcionando el sistema. La falta de educación sobre temas financieros y economía era uno de los obstáculos del programa, por lo que todos los participantes en Grameen reciben un curso de una semana de duración en el que aprenden desde cómo funciona el sistema de los microcréditos hasta lo que pueden hacer con su cuenta bancaria, sus ahorros y las tarjetas de crédito.
Hasta 44 millones de estadounidenses viven por debajo del umbral de la pobreza -con menos de 11.000 dólares anuales por persona o menos de 22.000 para una familia de cuatro personas. Más de la mitad son mujeres. Un 12 por ciento son norteamericanos nacidos en el extranjero. Y casi uno de cada cuatro son inmigrantes indocumentados. Para muchos, conseguir redactar un contrato, un plan de negocio o comprender las condiciones de un préstamo es una tarea imposible y dependen de organizaciones locales -en las que tienen más confianza- para superar las barreras que les encerraron en la pobreza.