Cuando un triste oficial de tercera de la oficina de patentes de Berna publicó un artículo que explicaba esa curiosidad de la física que es el efecto fotoeléctrico, tampoco servía para nada.
Un siglo después, el mundo actual tecnológico tal como lo conocemos, sería imposible sin su aplicación. Y esta aplicabilidad sería muy improbable sin el conocimiento y explicación científica previa.
Todo avance en el conocimiento científico debería ser aplaudido, y si es de los nuestros, quizás aun más.
Por cierto, a ese funcionario administrativo de Berna le dieron el Nobel en 1921.
la plus belle des ruses du Diable est de vous persuader qu'il n'existe pas!