Hacia el corralito
Qué decir del último parche financiero. Pues eso, que no es más que un parche y que nuestra banca, que no sus directivos y consejeros, está quebrada. La prima de riesgo sube esta mañana a más de 491 puntos, lo que quiere decir que al Estado español, si es que se le presta, es a un interés del 6 % o más.
Consecuencias: en el presupuesto nacional la partida de pago de intereses sólo hace que crecer y crecer, a costa, claro, de las demás (sanidad, educación y finalmente pensiones, ya lo verán) ya que aquí no se crece, pues con las medidas a lo Merkel al crecimiento del PIB, ni está ni se le espera. O sea, que sino aumenta la recaudación, para que nos entiendan, de lo poco que quede habrá que ir detrayendo más y más para pagar a voraces usureros.
Cuando no estaba de moda, desde este diario (nos dijeron de todo) les previnimos de la burbuja inmobiliaria y de la docta e ignorante opinión extendida sobre la verdad teológica universal, es decir, que un piso es la mejor inversión y que éste nunca baja ni bajará de precio. Alguien había descubierto la piedra filosofal. El mundo está lleno de idiotas.
Pero es que esto no es todo. Lo peor es que es todas estas entidades privadas (sí, bancos y cajas, aunque aquellos en menor medida) como están quebradas, vamos a hablar claro, por su exposición a la economía especulativa (más del 60% de sus inversiones destinadas al ladrillo, que no a I+D y a la gente seria con ganas de producir), están necesitando cada más ayudas públicas. Y otra vez lo mismo. Como al Estado ya no le queda ni un duro, salvo su recurso al crédito y más endeudamiento, éste va a tener que salir al mercado de los tiburones a pedir más y más, con lo que partida de intereses del presupuesto subirá, y lo dicho, sin crecimiento, el estado tendrá que pagar a costa de las otras partidas sociales.
La ruina. Pero favor, el fraude fiscal, estimado casi en 70.000 millones de euros, ni tocarlo. La SICAV menos, no sea que se enfaden y se lleven el dinero a otro sitio, tan dignas y honorables personas. Y los consejeros y directivos de estas entidades del sector financiero, donde todos los días debe entrar dinero público a chorro para sostenerlo, cobrando sus finiquitos millonarios, subiéndose obscenamente el sueldo y manteniendo sus privilegios, en lugar de sentarse en el banquillo, que donde deberían estar desde hace tiempo.
No es que vayamos al corralito, en España, salvo que aparezcan franceses y alemanes a costa de sus respetivos presupuestos (lo que dudo) y comiencen a lanzar billetes desde los helicópteros por toneladas, es que vamos al megacorralazo.
Mucho antes de que estallara la burbuja ya daba España síntomas de una patología grave. La fiebre no es más que el síntoma de una dolencia endógena, y así nosotros, a medida que descendíamos en productividad y aumentábamos en especulación y consumo, conseguíamos el record de ser el primer o segundo país en consumo de cocaína, por no mencionarles nuestra endémica corrupción y fraude fiscal, que sólo hacía que aumentar.
Da tristeza ver cómo a medida que el país cae en la ruina y corre peligro de desintegrarse, nuestro nacionalismo paleto y tradicional sólo ha hecho que aumentar en estos últimos años a base de fútbol -pasando cada presidente de entidad deportiva los trofeos obtenidos por el manto de la virgen de su pueblo o ciudad- cofradías y tamborradas, comisiones de fiestas, etc. Era la España eterna y atrasada que afloraba de nuevo. En 1898, cercana nuestra derrota en la guerra con EEUU en la que perdimos Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam, la indecente prensa madrileña alentaba el nacionalismo español calificando a los yanquis de salchicheros y poco menos que indios. La victoria estaba cantada, según ella. Aquí aún se canta eso de soy español, español, español, y el barco se va a pique.
Nos hundiremos, seguro. Y probablemente arrastremos al euro. Éramos la madre de todas las batallas de la especulación y el ladrillo. Y la suprimes americanas al lado de nuestro tochos, resultarán una simple broma, cuando se conozca de verdad toda la porquería que esconden los bancos y cajas españolas en sus balances.
Después de la ruina absoluta, vendrá el esfuerzo del pueblo. Como siempre el duro trabajo de los más humildes, y quizá, nuevamente con la peseta, una esperanza de reconstrucción a base años y mucho sacrificio. Pero habrá que evitar que el beneficio de este futuro esfuerzo se lo lleven los de siempre, es decir, los golfos, nuestra nefasta dirigencia, los latifundistas que aún cabalgan por Andalucía cobrando la PAC, los especuladores y muchos de los que llamándose empresarios, no lo fueron nunca.
Al esfuerzo que viene, habrá que añadirle muchas gotas de justicia, solidaridad, modernidad, ética y distribución equitativa de la riqueza. Si no es así, que el último apague la luz. Como país ya no tendríamos remedio ni futuro. Podríamos desaparecer.
F.D.