Seamos claros; el grafreno ha sido un bluff.
Había expectativas enormes sobre sus aplicaciones, practicamente infinitas, que darían solución al parón tecnológico en muchos campos industriales, empezando por fabricar baterías que no pesen una barbaridad, contaminen otro tanto y tengan un coste y autonomías que las limitan enormemente.
Otra aplicación que babeaba por el grafreno era la de las super estructuras ultra resistentes de pequeñas dimensiones y secciones tan reducidas que el aluminio comparativamente sería plomo.
O las pantallas. Por supuesto. Enormes pantallas flexibles de peso pluma y alta resistencia, con consumos energéticos mínimos y formas personalizables cuyo límite geométrico sería la imaginación.
Se ha gastado una salvajada de dinero en programas de I+D por parte de empresas y organismos estatales, incluso creando institutos transfronterizos con presupuestos técnicos y de personal cuasi ilimitados (Graphene Flagship más de 1000 millones) Todo para ganar la carrera y ser el primero en dominar la producción. Pero me temo que nos hemos quedado en la "I" y la "D" está en mantillas.
Lo estatal, como tira con pólvora del rey, pues no tiene problemas con el crowdfunding forzoso de los ciudadanos y su freno será político, pero muchas empresas correrán, si no lo han hecho ya, el mismo camino que las que hace nada se metieron en la tecnología prima hermana de los nanotubos de carbono, que fueron directamente a la ruina.
Las patentes que existan hasta la fecha son agua de borrajas, lo que importa es producirlo de forma industrial, con márgenes comerciales más allá de los laboratorios y que deje beneficios recurrentes y amortice las inmensas inversiones antes de que quiebren las empresas.