Un hombre empezó a esparcir rumores sobre uno de sus vecinos. En pocos días, todo el vecindario conocía los chismes, que no tardaron en llegar a oídos de la persona involucrada, causándole dolor y perjuicio.
Pasado un tiempo el hombre que había iniciado los rumores descubrió que lo que había dicho era completamente falso. Puesto que no era una mala persona y deseaba corregir su error, aunque no sabía cómo, fue a ver al rabino para preguntarle qué podía hacer para reparar el mal que había causado.
El rabino le respondió: "Coje un almohadón de plumas, súbete al tejado de tu casa y rasgándolo deja que las plumas se esparzan al viento, cuando lo hayas hecho tráeme la funda vacía del almohadón y te diré lo que puedes hacer para reparar el daño que has causado".
Bastante soprendido por la petición, pero sinceramente arrepentido, el hombre hizo lo que el rabino le había dicho. Al día siguiente volvió a verle con la funda vacía del almohadón y le preguntó: "¿Qué hago ahora?"
El rabino le dijo: "Ve ahora y recoje todas las plumas, vuelve a juntarlas dentro de la funda y tráemelas".
El hombre volvió a las pocas horas con apenas una fracción de las plumas iniciales quejándose de la tarea: "Rabino, el trabajo que me encomendaste es imposible. El viento esparció las plumas en kilómetros a la redonda, los pájaros se habrán llevado muchas a sus nidos, y las que cayeron al rio fueron arrastradas por la corriente".
El rabino le contestó: "Al igual que es fácil tirar las plumas al viento, es imposible recuperarlas después. Lo que me pediste no puede hacerse. Es muy fácil propagar rumores y mentiras sobre otros, pero luego es imposible deshacer totalmente el daño realizado".
Antes de acusar a alguien y dañar su prestigio, aseguráos de que sea cierto y nunca lo baséis en una opinión, y mucho menos si es una opinión genérica del tipo los directores de sucursal bancaria son todos unos ladrones.