De bares y bancos.
Jesús MARTÍN LA RAZÓN ECO, 17.10.2004, pgs. 2, 4 y 5. http://www.larazon.es/economia/noti_eco15449.htm y
No sé si los estudiosos de la ciencia consideran el número de bares, cafeterías y restaurantes un parámetro significativo para pulsar el momento que vive una economía. Si así fuera, España habría alcanzado su momento de máximo esplendor.
Según los últimos datos, en nuestro país hay 307.965 establecimientos relacionados con la hostelería. Cerca de 308.000 bares, cafeterías, restaurantes, quioscos, terrazas... Se dice pronto. Tocamos a un bar por cada 138 habitantes. Es el resultado de dividir la población total, 42,7 millones de habitantes, entre el número de establecimientos.
Parece claro que montar un negocio relacionado con la distracción, la bebida y la comida es de lo más próspero. No se entendería si no que hubiera tantos establecimientos.
Contamos también con 38.675 oficinas de bancos, cajas de ahorros y cooperativas de crédito, una por cada mil habitantes, aproximadamente.
Los puristas de la ciencia económica me tacharán de poco ortodoxo, pero si hay siete veces más bares que oficinas bancarias, los habitantes de este país tenemos siete veces más posibilidades de gastarnos el dinero en un bar/restaurante que de depositarlo en una cuenta corriente de un banco o una caja de ahorros. ¿O no?
Hace unos años se aseguraba que cuando un comercio tradicional cerraba sus puertas en cualquier barrio su espacio era ocupado inmediatamente por un bar o por una oficina bancaria. A tenor de las cifras estadísticas esta máxima no ha perdido ni un ápice de su vigencia.
Los españoles seguimos prefiriendo gastar a ahorrar. Y así no son de extrañar las reiteradas advertencias del Banco de España sobre el elevado grado de endeudamiento de las familias, el más alto de la historia. Pero, claro, ¿cómo puede uno resistirse a casi 308.000 tentaciones repartidas por 504.000 kilómetros cuadrados de territorio? Se necesita mucha paz interior.
Porque ni siquiera el precio del petróleo y por extensión de las gasolinas y gasóleos frena «la marcha» de nuestro país. Hace años, un compañero de trabajo proclamó que la gasolina tendría que ponerse a doscientas pesetas el litro para que sólo los ricos «pudiéramos», decía él, pasear con el coche. No tenías razón. Aquí no se baja del coche nadie por mucho que Bush suba el petróleo.