Efectivamente,para comprender este "fraude",el economista Juan Torres Lopez nos explica en su libro La crisis financiera:guìa para entenderla y explicarla lo que el considera "Un casino":
La gente normal suele preguntar siempre cómo es posible
ganar tanto en esas operaciones financieras desconocidas que parecen
no tener nada detrás de ellas.
¿Dónde está el dinero?, se preguntan a menudo.
Es natural. Cuando alguien vende a otro un automóvil, o
cuando le hace un corte de pelo, cualquiera es capaz de ver claramente
de dónde viene el beneficio. Pero ¿cómo es posible que
se pueda ganar tanto dinero comprando y vendiendo papel contra
papel? ¿Qué se saca con eso?, nos preguntan muchísimas veces.
La cuestión no es baladí sino que responde a una de las grandes
transformaciones económicas de nuestro tiempo.
Lo que hace unos años hacía que un inversor ganase dinero
quizá fuese comprar la producción de café que se iba a obtener en
una hacienda colombiana a primeros de enero de 2010 y ponerla
más tarde en los mercados minoristas como café más o menos primorosamente
empaquetado.
Ahora ocurre algo distinto. Cuando ese inversor dispone del
contrato de compra puede ofrecerlo en mercados en donde lo que
se compra es precisamente eso: contratos, papel.
¿Por qué? Sencillamente porque hay cientos de inversores, o
mejor dicho, sencillamente especuladores, con miles de millones
dispuestos a comprar papel.
¿Por qué? Porque saben, a su vez, que si lo compran lo podrán
vender de nuevo a otros especuladores, que, a su vez, podrán
venderlo de nuevo, y así sucesivamente.
Y, claro está, hay tantos especuladores dispuestos a realizar
esas actividades, primero, porque, como hemos visto, hay una cantidad
ingente de dinero sobrante y, segundo, porque esas operaciones,
como también hemos comentado, pueden proporcionar mucho
más beneficio y más rápido que dedicarse a movilizar mercancías,
contratar trabajadores, lidiar diariamente con el negocio, etc., etc.
Lo que se compra y se vende en estas operaciones es papel
(contratos, títulos de propiedad, bonos, divisas,...) y no porque el
papel sea muy útil en sí mismo, que no lo es, como todo el mundo
sabe. Sino porque existe la expectativa de que ese papel (como los
tulipanes holandeses) va a subir de precio y, por tanto, conviene
comprarlo para luego venderlo.
¿En qué consiste entonces el juego, cómo funciona el casino
financiero?
Inicialmente estos productos nacieron para facilitar la venta de mercancías
por adelantado, sobre todo en los mercados agrarios y ganaderos, pero con la
financierización se han convertido en productos financieros principalmente objeto
de operaciones simplemente especulativas.
Básicamente, en crear todas las formas imaginables de
“papel”, de productos financieros, y colocarlos en los mercados al
mismo tiempo que se hace crecer la expectativa de su subida de
precio. La avaricia de los especuladores, la ingente disponibilidad
de medios de pago y el visto bueno de las leyes para que eso se
lleve a cabo hacen todo lo demás.
La “ingeniería” que hay detrás de estas operaciones es muy
diversa y compleja en su funcionamiento pero, en realidad, bastante
simple de entender.
Una veces consiste en crear productos originados unos de
otros y que se van difundiendo como inversiones que son rentables
simplemente por la demanda especulativa que hay detrás de ellas.
Son los llamados “productos derivados”, cuyo valor deriva de otros
anteriores (llamados “subyacentes”)
Otra forma de especular es a través del llamado “Carry Trade”
que especula, al mismo tiempo, con las divisas y los tipos de interés.
Consiste sencillamente en comprar una divisa con otra y vender
ésta simultáneamente. Es decir, que el especulador se financia
con una divisa (pide un préstamo en dólares, por ejemplo) y usa
esa financiación para invertir en otra (euros, por ejemplo). El negocio
consiste en apostar a que la divisa de la inversión (euro) se
va a apreciar respecto a la de la financiación (dólar). Además,
como los tipos de interés son diferentes en los distintos países o
espacios, se puede vender la divisa del país con un tipo de interés
más reducido para invertir lo obtenido en la divisa del país o espacio
donde el tipo oficial de referencia es mayor.
Para entender la actual crisis financiera hay que saber, por ejemplo,
que esas operaciones de papel sobre papel se realizan también
sobre los contratos de préstamo y créditos que suscriben los bancos.
Cuando una persona normal recibe un crédito hipotecario lo
firma en el notario y lo guarda en un cajón de su casa, limitándose
a pagar religiosamente al banco la cuota mensual que le corresponda.
Pero si el banco también guardase en sus archivos el contrato,
solo obtendría de este una única rentabilidad: la cuota mensual.
Para no renunciar a obtener más ganancia lo que hace es
vender ese contrato. Es una operación que consiste en “titulizarlo”,
es decir, cambiar el papel por liquidez. Vende el contrato a otro
banco o a otro inversor y, a cambio de papel, recibe dinero, gracias
al cual va a poder seguir dando más créditos que, como sabemos,
es lo que le proporciona beneficios y poder.
Dicho contrato va a seguir su rumbo en los mercados, generando
a partir de él otros nuevos títulos que a su vez se van vendiendo
y comprando indefinidamente, dejando cada vez que se
transmite una buena rentabilidad a los especuladores que lo adquieren
y luego lo van vendiendo más o menos transformado en
otro derivado financiero.
Para que los lectores se hagan una idea de la magnitud de
estas operaciones de casino bastaría el ejemplo del banco alemán
West LB que ha sido recientemente “rescatado” mediante generosas
ayudas públicas: mientras que su capital estaba valorado en enero
de 2008 en unos 7 millones de euros el volumen de productos derivados
opacos que tenía era de unos 25.000 millones de euros.
Con este tipo de operaciones se ganan millones de dólares y
a partir de ellas se levanta una especie de pirámide invertida de proporciones
inverosímiles. A partir de muy poco dinero “real”, es decir,
vinculado a actividades de producción o distribución de bienes y
servicios, se deriva una masa inmensa de productos financieros del
altísima rentabilidad y que se mueven a velocidad vertiginosa entre
las carteras de los especuladores internacionales que, en realidad,
son los grandes fondos de inversión, los bancos, los fondos de pensiones,
las grandes multinacionales, las compañías de seguros (todos
ellos llamados “inversores institucionales”) e incluso algunos inversores
individuales que han logrado acumular ingentes patrimonios.
Así, se calcula que la economía financiera (los productos derivados,
los mercados de cambios y los bursátiles) podría movilizar
cada día unos 5,5 billones de dólares mientras que el producto interior
bruto diario sería de unos 0,15 billones (35 veces menos) y
el volumen del comercio mundial unas 100 veces menor.