Los post de estos días parten de una idea generalizada en los análisis que circulan. La salida o impago de Grecia (todo se mezcla) van a suponer unos costes enormes para los distintos países de la Unión Europea y, por tanto, para España. En nuestro caso, se está sugiriendo que si Grecia impaga la deuda tendremos que pagar 26.000 millones que nos deben. Todos estos análisis son completamente absurdos, simplistas y tendentes a crear opinión pero no responden a una realidad sencilla. Por la misma razón tampoco tienen el menor sentido todos los análisis basados en un supuesto dilema del prisionero que están proliferando debido a que Varoufakis es un economista cercano a los postulados de Nash en su teoría de juegos.
Todo el mundo parece olvidar que en 2012 existía un pánico generalizado a que los impagos de Grecia (y otros) dinamitasen el sistema euro al transmitirse los riesgos de un lado a otro. Por tanto, todo lo que se diseña en esos momentos tiene el objetivo de que los impagos de un país no tengan un impacto significativo en los demás. Dicho de otra forma; en este post pretendo explicar las razones que me llevan a negar la mayor de las discusiones de estos días. Un suceso de crédito en Grecia o cualquier otro país supondría un riesgo ridículo para los países de la zona euro, precisamente porque este es el objetivo del diseño de los instrumentos que tenemos hoy en día.
Tengamos en cuenta que es algo que nos han dicho por activa y por pasiva desde algunos países y pensemos que las primas de riesgo no se comportan como en el pasado. Para explicar las razones no tengo más opciones que explicar otra vez el proceso que nos ha traído hasta aquí para concluir algo simple: “no hemos avalado a Grecia” y esto es importante tenerlo en cuenta.
El otro día coloqué un par de post en los que explicaba que no era cierta la afirmación de que “Grecia nos debe 26.000 millones”; el primero tenía como objetivo explicar porque no era cierto, y el segundo respondía a las críticas de que no tenía fundamento. El motivo fundamental es que, en realidad, la mayor parte se instrumentaba a partir de avales. Por tanto, sería mucho más exacto (peor en algunos sentidos y mejor en otros) decir que hemos “avalado” a hemos “prestado”.
El post acaba anunciando “Es más que probable que no paguemos los 26.000 millones. Esto responde a un esquema sencillo que explicaré en otro post.” Pues, para este fin, tengo que seguir haciendo unas consideraciones previas. Prefiero concentrarme en ir mostrando los matices que explican el camino que hemos recorrido para que todo el mundo entienda, por partes, los costes reales que nos encontramos y nos encontraremos. Creo más importante esto que una cifra.
Una primera consideración personal se refiere a estos costes y a ciertos comentarios que he visto en distintos foros en respuesta a los blogs pasados. Desde el primer momento he manifestado (en contra del consenso mayoritario) que los rescates eran un fraude, que iban a fracasar y que además nos iba a suponer un coste mayúsculo. Desde 2010 hasta hoy todas las soluciones eran las definitivas, no tendríamos costes y acabaríamos teniendo ingentes beneficios. Miles de analistas competían por ver quien mostraba más beneficios. Hoy parece que todo ha cambiado y toca demostrar la existencia de unos costes brutales y es cierto que me he quedado en una situación curiosa; me veo diciendo que los costes son menores que los señalados por toda una serie de analistas. En consecuencia me gustaría aclarar que no he cambiado la opinión y coloqué la semana pasada un post en el que recogía lo manifestado en el pasado.
También me gustaría recordar que he definido todos los rescates como salvar al sistema financiero repartiendo entre todos nosotros el coste de tal forma que se presiona para generar oportunidades de negocio que hunden a los países. El coste directo es el menor de los problemas (por repartido y por diferido) y ese es el que estamos mencionando; pero nunca debemos olvidar el resto de las consideraciones.
La segunda es de tipo personal; hay un comentario particular en mi blog y un post de Juan Ramón Rallo que tras un análisis sorprendentemente similar llegan a una misma conclusión: “¿qué diferencia hay entre que yo pida prestado a un banco para darle un crédito a Tsipras y que mi empresa sin recursos propios le pida prestado a un banco con mi aval personal para darle un crédito a Tsipras? Ninguna: en ambos casos, si Tsipras no paga me tocará pagar a mí”.
Hay personas que no ven diferencias entre los conceptos e implicaciones de Respecto a esto, me gustaría recomendar a aquellas personas que no ven diferencias entre los conceptos prestar, avalar y tener una participación en una entidad que presta. Recomiendo a estas personas que dejen de leer a partir de ahora. No les va a aportar absolutamente nada. Cómo yo sí creo que existen diferencias y que, además, estas van a influir en el resultado final (coste final para los españoles) seguiré a costa de aburrir.
Tras esta larga introducción, voy a tratar de exponer la situación en torno al importe que hemos avalado. Lo primero es tratar de entender alguna clave acerca de cómo se gesta esto.
Como es sabido, en mayo de 2010, se aprueba el primer rescate con la concesión de un préstamo a Grecia para recapitalizar su banca y para que fuese pagando sus vencimientos de deuda. Esto consistió en un préstamo por país (y del FMI) y se iría desembolsando en varios tramos en función de los vencimientos de deuda para el pago de esta. El esquema es simple; Los países van pidiendo prestado para a su vez prestar (según vaya venciendo la deuda Griega) a Grecia a un tipo de interés que es superior. Los análisis dicen, por tanto, que se va a ganar dinero.
En el caso de España suponía la concesión de un préstamo cercano a los 10.000 millones de euros de los que se desembolsaron 6.650 millones y que Grecia deberá pagar dentro de 15 años (tras las modificaciones que se hicieron).
Este programa no llegó al final porque llega la generalización de la crisis de deuda y más problemas para Grecia. Las medidas hunden a Grecia que no obtiene en realidad fondos ya que todo el dinero que entra se destina al fondo para capitalizar bancos y para pagar los títulos de deuda que van venciendo; las medidas exigidas destrozan a la economía, de tal forma, que la situación Griega es cada vez peor y empieza a ser evidente que Grecia no va a poder devolver el dinero prestado por los distintos países en los plazos pactados.
Por otro lado, nos encontramos con una generalización de la crisis de deuda, de tal forma que determinados países no pueden seguir pidiendo prestado para prestar. Llegamos otra vez a un punto recurrente: es falso que hayamos “prestado” 26.000 millones que pudimos haber destinado a otras cosas porque en realidad no pudimos hacerlo. Una de las grandes diferencias entre “avalar” y “prestar” es precisamente esta: ¡para avalar no tienes que tener el dinero ni tienes que detraer de otras cosas!
Si lo queremos ver de otra forma, en 2010 se buscó una solución para que entre todos los países asumiesen los vencimientos de los títulos de deuda pública helena y la recapitalización de sus entidades financieras. Esto generó un pelotazo para las entidades financieras y trasladó el riesgo a los países. Con la intervención del fondo europeo, lo que se hace es traspasar el problema de los países hacia el futuro, evitando los préstamos.
Entra en juego, por tanto, el fondo participado por los distintos países, que se endeuda para prestar a Grecia tanto el dinero necesario para ir atendiendo los vencimientos de deuda pública como para dotar de más recursos al fondo para su banca.
Todo ello con el objetivo de que la rueda siga girando; con el objetivo de que los distintos países no tengan que prestar dinero y no incrementen su riesgo; y con el objetivo de que sea Grecia el que deba todo esto; Sumando el importe del aval a los 6.650 millones prestados olvidamos que todo se diseñó para que no hubiese que sumar. También se dice que esos 18.000 millones nos los deben porque los hemos prestado a través de una sociedad interpuesta. Yo redactaría de esta forma para que se entienda mejor que este argumento no tiene el menor sentido: “Nos deben 18.000 millones que hemos prestado indirectamente a través de un instrumento que hemos diseñado para que los países minimicen el riesgo de prestar”. Debe ser obvio que las instrumentaciones de las operaciones tienen un efecto sobre el final de la operación y esto se olvida generalmente.
El primer efecto es claro; a pesar de que en su momento España se había comprometido a prestar cerca de 10.000 millones se planta en 6.650 millones. A cambio se convierten en avalistas lo cual es una situación muy distinta.
En muchos puntos se obvian las diferencias y se explica que, en realidad, si Grecia no paga, tendremos que pagar nosotros y, por tanto, se puede entender que “Grecia nos debe”. Iceman en un comentario ha llegado a colgarme la normativa donde se explica perfectamente que el avalista se acaba convirtiendo en el deudor y que, a su vez, el avalista se convierte en acreedor del deudor que no ha pagado. Como puede ser complicado de entender, lo explico: Si avalo a una persona ante el banco de turno y esta persona no paga; me convierto en deudor del banco y esta persona me debe el dinero a mí. Según este razonamiento, ante una quita de Grecia nos veríamos obligados a satisfacer un aval por unos 18.500 millones de euros que sería la parte que nos corresponde de los 144.600 millones que se han prestado a Grecia por parte del Fondo (o facilidad) Europeo de Estabilidad Financiera. Este razonamiento tiene un par de fallos tontos de cifras y un gran fallo en el razonamiento en sí. Dicho de otra forma, no sirve absolutamente para nada, si lo que queremos identificar nuestros costes y las necesidades que nos podemos encontrar ante una quita de Grecia.
El primer fallo de esta cuenta tan rápida es simple; dado que el programa no se ha completado, y aún queda un pago que parece que no se va a realizar, el importe baja algo. En todo caso, la reducción no es relevante, ya que teniendo pendiente de desembolso un importe de 1.800 millones, de la factura debemos restar un poco más de 215 millones de euros. Aclarar otra vez, que este dato viene de la prensa, ya que el último dato que encuentro en sitios oficiales está en la página 20 de la memoria del ESM que dice que a marzo de 2014 quedaban pendientes de desembolso 10.000 millones.
Otro aspecto que yo detraería del coste es una parte de la inversión finalista de lo que hemos invertido. Me gustaría recordar que los fondos fueron, por un lado, a los pagos de títulos de deuda pública y, por otro lado, a la recapitalización de los bancos. Los 50.000 millones que fueron destinados a tal fin los encontramos en el HFSF (Fondo griego para la estabilidad financiera), donde a pesar de que se han producido numerosas pérdidas existe un patrimonio y fondos sin usar. Concretamente, a 30 de septiembre de 2014, quedaba un patrimonio algo superior a los 29.000 millones y casi 11.000 millones por usar (los que ha pedido Varoufakis).
Pero lo que sí es relevante es otro gran matiz. Ha costado mucho aceptar que España no había prestado a Grecia, en base al detalle de que España había avalado a Grecia y tendría que pagar en caso de que Grecia no pagase. Pues resulta que tampoco España ha avalado a Grecia, sino que ha avalado a un fondo con un límite ligeramente superior a los 90.000 millones de Euros.
Antes de entrar en discusiones me gustaría proponer un símil. Imaginemos que se nos plantea una decisión: Comprar acciones de Banco Santander y dar un aval a dicha entidad hasta una determinada cifra o avalar a un deudor del Banco Santander; ¿nos parece lo mismo? Todos tenemos que tener en cuenta que si el famoso deudor no paga, inmediatamente tendríamos que asumirlo todo en caso de que lo hubiésemos avalado. Si hubiese sido la otra opción, tendríamos un perjuicio (la entidad tiene un quebranto) que puede no existir y, en todo caso, estamos lejos de convertirnos en deudores.
No dudo que una de las críticas que recibiré vendrá a decir: “pero el fondo se ha hecho únicamente para prestar a países en peligro, por lo que existe una vinculación directa”. Esta crítica se usará para justificar el cálculo antes realizado. Ahora bien, un banco vive para prestar y un fondo buitre vive de comprar deudas problemáticas, lo que provoca que cada una de las pérdidas ha de entenderse en un todo y en una situación determinada. Con lo de igualar todo, nos perdemos muchas cosas.
Bastante más fundamento tendrá la siguiente:
“Grecia representa una parte muy importante de los préstamos concedidos del fondo de estabilidad, lo cual significa que si Grecia no paga el fondo tendrá graves problemas de tal forma que finalmente podrá tener problemas para hacer los pagos por la deuda lo cual nos acabaría obligando a pagar”.
Esta crítica es totalmente correcta, salvo porque las pérdidas en cada uno de los países vendrán por dos lados; por un lado, la pérdida de valor de su participación en el fondo y, por el otro lado, la posibilidad de tener que poner dinero para cubrir pérdidas.
Respecto a la valoración, debemos tener en cuenta que si cualquier cotizada anuncia un quebranto relevante se encontrará previsiblemente con una caída de la cotización que casi nunca coincide con el tamaño del quebranto. En todo caso al día siguiente se puede recuperar o volver a hundir. Las pérdidas de un accionista no son las pérdidas de la empresa, sino que son las pérdidas de la acción. Pues en este caso ni tan siquiera tenemos cotización, por lo que es sencillo entender que la valoración no va a variar de un momento para otro.
Con los análisis simplones olvidamos todo esto que afecta al riesgo de España. Pero no debemos olvidar que es mucho más lógico esperar una ampliación de capital en el fondo que un impago del fondo.
De hecho, el impago de Grecia provocará un impago del fondo en el momento en que el fondo no reciba un dinero que necesite para pagar (nunca antes). Es decir; si espera mañana cobrar un dinero que necesita para pagar dentro de una semana entrará en suspensión de pagos y pasaríamos a ser deudores. Alguien que se entera de que no va a cobrar algo que esperaba para dentro de un año no tendrá problemas inmediatos y mucho menos si tiene que pagar dentro de dos años.
Además estoy seguro que alguien me sugerirá que: “cuente esto al padre que perdió su piso por avalar a su hijo”. Cierto, pero la gran diferencia es que no estamos hablando de un padre al que nadie va a rescatar avalando a su hijo en un entorno diseñado para que la entidad financiera tenga la máxima garantía posible. Estamos hablando de países que diseñan un procedimiento, y deciden en consecuencia, para montar un buen lío con el fin de que la bola siga creciendo. Dicho de otra forma, aún con impago de Grecia la posibilidad de impago del fondo de estabilidad sería remota. Y dentro del impago remoto del fondo en un futuro lejano las posibilidades de que hubiese que activar el aval serían aún más remotas.
El rescate se ha diseñado como un pelotazo para rescatar a la banca trasladando el problema a un futuro lo más lejano posible. Esto tiene unas implicaciones terribles sobre el conjunto de la sociedad, pero nunca directamente sobre las cuentas públicas. Bien sea por incompetencia o bien sea por manipulación se olvidan los costes reales y se usan los segundos para crear opinión. En definitiva, para crear una opinión que sirva para incrementar los costes de la sociedad en un tinglado que no va a funcionar.
En todo caso, queda para otro post determinar los efectos sobre este fondo y, en definitiva, sobre España.