Hoy, el Banco de Inglaterra ha condicionado su política monetaria a la consecución de un nivel de desempleo del 7% (en la actualidad, en el 7,8%). Esto ha sido muy mal recibido por los activos británicos, que han percibido un final más cercano de las políticas expansivas de su Banco Central: el FTSE es el peor índice europeo, los bonos británicos han subido su rentabilidad y, sobre todo, la Libra Esterlina se ha disparado.
El hecho de que el nuevo gobernador del Banco de Inglaterra haya establecido un objetivo de finalización del programa de compra de activos por valor de 375.000 millones de libras, evoca en gran medida a lo que está aconteciendo en EE. UU.
Durante los últimos días, hasta tres miembros de la FED (Fisher, Evans, Lockhart) han realizado declaraciones divergentes con la línea argumental trazada por Bernanke (estructurada en función de la voluntad del mercado), algo sin precedentes durante los últimos tiempos. Esto podría generar un catalizador contrario a las subidas que las bolsas están desplegando este verano, fundamentadas en una doble circunstancia: continuidad de las políticas monetarias expansivas (especialmente en EE. UU.) y calma en los problemas de la periferia europea.
La idea que los miembros de la FED han deslizado está muy próxima a la cruda realidad: en un escenario normalizado, proyectando el actual ritmo de crecimiento económico y de empleo, el QE3 se reducirá antes de que finalice el año. Tendría que producirse algo inesperado, no recogido en las cotizaciones ni previsiones actuales, para que las inyecciones monetarias se mantuvieran a un ritmo de 85.000 millones de dólares durante los primeros meses de 2014.
El presidente de la FED ha tratado de distraer la atención sobre este hecho en sus últimas comparecencias (con bastante éxito, dados los nuevos máximos históricos que ha alcanzado Wall Street). Bernanke ha construido un discurso en el que se condicionaba la retirada de los estímulos a distintos condicionantes sobre la evolución económica, sin aclarar su medición, lo que permitió alejar la sensación de finalización. Sin embargo, parece que otros miembros de la FED sí que han cuantificado esos condicionantes.
La reunión de la FED del próximo mes de septiembre será determinante. Lo más probable es que en esa reunión, se dé a conocer un calendario (más o menos concreto) de la estrategia de salida de las compras, explicitando plazos al margen de condiciones (ya claramente estudiadas).
En la tercera semana de junio ya ocurrió algo parecido, al comentarse por primera vez la posible reducción de las compras antes de que finalizase el año. Y la reacción de las bolsas no se hizo esperar, y fue muy negativa. Las declaraciones seguirán siendo un factor clave para sostener a los mercados, pero todo apunta a que la ambigüedad y el carácter interpretativo han comenzado a reducirse.