Buenas, Japoas.
Cierto es que gran parte de la población padece un embeleso patológico por los vividores y embaucadores profesionales, ya sean desde el ámbito privado o público, lo que pone en evidencia como signo patognomónico de unas concluyentes falta de personalidad, juicio crítico y capacidad de razonamiento independiente por parte de aquellos,
La diferencia primordial entre los individuos que se ganan la vida en la empresa privada y los que perciben sus emolumentos del erario público por ejercer un cargo político, es que los últimos no deben arrojar el más mínimo atisbo de duda sobre su honorabilidad y competencia en el desempeño de su labor; además debería ser exigible como requisito indefectible al ejercicio público la presentación previa a la toma de posesión del cargo hasta el abandono del mismo, el conocimiento público de la declaración de bienes, así como el impedimento explícito de que ningún familiar-cuñado-amigo-amante... de dichos cargos públicos puedan beneficiarse de dinero-contratos-subvenciones... Y si no les gustan unas condiciones tan restrictivas para el desempeño d cargo público, que se dediquen a trabajar en la empresa privada, como la inmensa mayoría (lo que sucede es que la mitad, casi, son unos haraganes zopencos y la otra mitad, casi, unos facinerosos profesionales.
Como decía Plutarco en "Vidas paralealas": "Mulier Caesaris non fit suspecta etiam suspicione vacare debet".
Saludos políticamente deshonestos.