Interesante reflexión, Mars1978.
Un resumen de lo que piensa Platón sobre la democracia en el libro VIII de La República; son dos minutos y..., ¿ a qué me suena lo que dice Platón hace unas cuantas... décadas?.
"A la oligarquía le sucede la democracia, un régimen aborrecido por Platón. La oligarquía nos ha dejado una sociedad donde habitan unos pocos ricos entregados a la acumulación de bienes y una gran masa de pobres sin educación alguna y sin recursos. Llegará un momento en que los pobres detecten la falta de valía de los ricos y tomen su lugar en el gobierno otorgando las magistraturas por sorteo. Esta costumbre ateniense es una de las pesadillas de Platón: ¿cómo es posible adjudicar el gobierno de la sociedad como si fuese la lotería? ¿no es evidente que habrá que seleccionar para ello a los mejores? Cada cual es, en principio, libre de decir y hacer lo que le de la gana y de organizar su modo de vida tal como guste. Es en este sistema, más que en cualquier otro, en el que se manifiesta la diversidad de los individuos. Platón sugiere que puede ser el más bello de todos los regímenes y lo compara con un manto multicolor de flores bordadas. Si el juicio político dependiese de mentes débiles, como las de las mujeres y los niños, probablemente creerían que la democracia es efectivamente el más bello. También es el más apto para que los individuos vivan felizmente pues nadie está obligado a tomar cargos públicos o ir a la guerra sino que cada cual hace lo que le parece. Hasta los delincuentes y los traidores están a gusto pues es habitual que no cumplan sus condenas.
¿Cómo se genera el hombre democrático a partir del oligárquico? Antes de comenzar la narración Platón hace una distinción entre deseos necesarios e innecesarios. Los necesarios son aquellos que “no podemos reprimir y que, al ser satisfechos, nos benefician”. Por ejemplo, el comer y el condimento son necesarios en tanto en cuanto supongan beneficio para el cuerpo. Los innecesarios son típicos del alma carente de educación y perjudiciales para el cuerpo. Por ejemplo, el deseo de comidas que resultan nocivas. Lo mismo ocurre con los apetitos sexuales. El hombre oligárquico está dominado por los apetitos necesarios pues ve en los innecesarios un peligro para su economía. Sin embargo, en sus hijos se librará una batalla entre los necesarios e innecesarios en la que, en ocasiones saldrán triunfantes los más perjudiciales. Se dejarán arrastrar por los discursos que igualan el pudor a la idiotez o el control de sí mismo a la falta de virilidad o la grandeza de espíritu a la prodigalidad. El hombre democrático pone todos los placeres en pie de igualdad y vive satisfaciendo cada día el apetito que le sobreviene, “algunas veces embriagándose y abandonándose al encanto de la flauta, otras bebiendo agua y adelgazando, a veces inclinándose hacia los guerreros y otras hacia los negociantes”.
A la democracia le sigue el peor de los sistemas políticos, la tiranía. La transformación de la democracia en tiranía es posible porque, tanto en el caso del individuo como del Estado, la más salvaje esclavitud surge a partir de la más extrema libertad. Existen tres clases sociales dentro del Estado democrático: los zánganos, los ricos, “pasto de los zánganos”, y el pueblo, que vive dolorosamente de su trabajo. El pueblo, cuando se congrega, es la clase más poderosa en una democracia pero rara vez lo hace a no ser que le proporcione algo de riqueza. Si sus líderes se enfrentan a los ricos, para distribuir la riqueza entre la multitud, suele participar. Es habitual que los ricos se defiendan e intenten restaurar una oligarquía. El pueblo reacciona y elige de entre sus filas al más sanguinario como líder.
Este líder, “alguien que gusta de entrañas humanas descuartizadas entre otras de otras víctimas, necesariamente se ha de convertir en lobo“, será el tirano. Para contentar al pueblo mata y destierra, sugiere abolición de deudas y partición de tierras. Los ricos se defienden: intentarán ejecutarlo, desterrarlo o asesinarlo a escondidas. Entonces el tirano solicitará al pueblo una custodia personal. Los ricos, al verse en minoría y “enemigos del pueblo”, huirán cobardemente y dejarán al pueblo a merced del tirano. Este, en principio, sonríe y promete, libera de deudas y reparte tierras, adopta modales amables… pero al poco tiempo comenzará una guerra, subirá los impuestos y obligará al pueblo a trabajar día y noche para que no conspiren contra él. Quienes no confíen en su mando serán eliminados y aquellos de sus amigos que le censuren también. “Purificará el Estado” eliminando a los más sabios, los más valientes y los más ricos. Vivirá siempre rodeado de mediocres que le hagan sentir seguro. Normalmente los traerá del extranjero. Cuando el pueblo quiera retirar su apoyo al tirano será demasiado tarde. Este es parricida por naturaleza y no respetará al pueblo, que es su padre, y de hombres libres pasarán a ser esclavos".
Pues sí, la verdad es que me suena mucho a lo que hemos vivido, estamos viviendo y podemos vivir.
Saludos filosóficos.