En ocasiones, además de estresante, resulta de mal gusto, demuestra muy poca educación.
Hace unos meses, fui con mi marido y un amigo a comer fuera. El restaurante era pijillo, estábamos de celebración, pero me habría dado igual que fuera una hamburguesería de cuarta regional. Nunca pensé que su nomofobia llegaría hasta ese punto...
Llega el camarero, nos pregunta si deseamos algún aperitivo, el amigo al "guasap", como si no hubiera visto al muchacho acercarse a nuestra mesa. Mi marido calentándose... Nos traen la carta, te lo juro que el tío seguía sin inmutarse, teclea que te teclea, mientras nosotros íbamos eligiendo platos y la menda comentándolos para ver si salía de su letargo móvil. Él sin abrir la carta y tecleteando con otros amigos, como si le fuera la vida en ello. Me canso, porque veo que mi marido se está hartando y le insto con la mayor educación y cortesía que soy capaz a que lea la carta, que el camarero va a volver y tampoco es cuestión de molestar al personal... y ni caso.
Las orejas de mi marido coloraditas, echando humo...
Vino dos veces el camarero a preguntar qué íbamos a comer y el otro nos suelta que elijamos por él, que le da igual ¡y sigue tecleteando!
A lo que mi marido le espeta irónicamente, que si también va a tener que comerse su comida.
(Yo sudando la camiseta porque veía la que se avecinaba)
¿Te crees que se mosqueó o se alteró? Bien lejos de ello, siguió tan campante, eligió echando un vistazo rápido a la carta, demostrando poco interés por nuestra invitación y mucho menos por nuestra presencia a la mesa.
Durante la comida, alabó los platos y de vez en cuando, se empeñaba en que mirásemos alguna estúpida foto que le enviaban por "guasap". La del gato me ha recordado esta desagradable anécdota.
Cuando salimos del restaurante, pretende hacer una foto a la factura, para "llevarse un recuerdo de la comida". ¿¿Perdón?? ¡¡¡Macho, de recuerdo podías haber compartido y departido con nosotros en lugar de con los amigotes del "guasap"!!!
Impresentable actitud.
Ya en casa, mi marido me comenta que él no va a volver a ir a comer con este fanático del móvil, que le ha parecido una situación lamentable y que no tiene ninguna gana de repetir, ni invitado, ni invitando, le daba vergüenza ajena.
Era un amigo.
Mi madre decía que quien deja de ser amigo, nunca lo fue de veras.
Hace poco, al atardecer, en una cafetería de la ciudad, observé cómo dos tortolitos degustaban un refresco... En lugar de hacerse manitas o comerse con la mirada, ¡estaban los dos tecleteando con otros amigos! ¿¿Se puede creer??
Sonreí, pero me daba pena la situación. Algo falla en esta sociedad. El móvil ya no está al servicio de su dueño. Es el dueño quien se encuentra esclavizado por el aparatejo. ¿Cómo puede ser que una pareja de novios no tenga conversación? Y si no la tiene, ¿cómo puede ser que no se les ocurra hacer otra cosa que tecletear en sus respectivos móviles estando juntos? ¡Penita!, ya digo...
Un saludo cordial
Fuente de la foto:
http://www.huffingtonpost.es/patricia-ramirez/diez-momentos-perfectos_b_5450794.html
Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.