Si hay alguna cosa clara es que las predicciones sobre el comportamiento de la economía son un instrumento que puede servir de todo, menos para predecir, sobre todo cuando parecemos empeñados en poner un número en lugar de determinar qué es lo que va a ocurrir.
El pasado viernes se ha aprobado la reforma del código penal, introduciendo más durezas en las penas y los eufemismos. Entre los eufemismos, nos encontramos con la denominación de prisión permanente revisable, a la cadena perpetua de toda la vida que parece que era inconstitucional.
Cuando en el verano pasado, se planteo una reforma de la constitución con alevosía y agosticidad, Rosa Diez se posicionó claramente de acuerdo a la realización de la convocatoria de un referéndum, afirmando que si no se convocaba era simplemente porque PP y PSOE tenían miedo a la democracia. ¡Y tenía razón!.
El otro día hablaba de lo que debería ser la estructura de los sueldos de los políticos en España. La estructura de los sueldos es mucho más importante que su cuantía porque con mucha frecuencia olvidamos que el coste de los políticos, aún siendo importante, es completamente irrelevante
Un servidor vive de un sueldo, y como tantas personas en este país tenemos una nomina todos los meses, (lo que viene a ser un sueldo) y a cambio tengo que hacer algo y asumir unas determinadas responsabilidades.
Las conclusiones del informe de Oliver y Wyman, independientemente de todos los errores comentados previamente, tienen una peculiaridad. Establecen que las necesidades de capital ascienden a 59.300 millones de euros en el peor de los escenarios, que no es del todo descabellado, (a pesar de lo que nos cuentan).
La semana pasada he participado en otro programa de Economia Directa, dentro del colectivo Burbuja. Dejo aquí el reproductor para poder escucharlo o descargarlo:
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O bien podeis acceder mediante el siguiente enlace:
Otro intento de dar ciertos beneficios y argumentos de venta a una industria que está sufriendo el impacto directo de todas las medidas contra la clase media, y que precisamente por esto no va a funcionar. Lo suyo es recuperar la confianza y el poder adquisitivo de la sociedad. Luego se venderán coches. Hacer las cosas al revés tan sólo lleva al desastre.
Es difícil saber a dónde vamos a llegar en una situación tan absurda en la que directamente tenemos a todo el mundo entendiendo que nos vamos a un desastre absoluto pero a su vez haciendo todos los esfuerzos posibles por evitar plantearse determinadas cuestiones, en un loco esfuerzo por conseguir que al final nada cambie.
La semana pasada ha saltado a la palestra la operación Pokémon, con la detención del alcalde de Ourense (PSOE) y de Boqueixón (PP), que al final ha sido completada con la detención de un concejal de Ourense, (BNG) y otro en Cospeito (PSOE)
Ya tenemos las imágenes que parece que eran inevitables, y lo primero que me gustaría reflexionar sobre esto es que la gente se pregunte dos cosas: ¿Quién ha ganado? Y luego ¿Quién ha perdido?.
Tras muchos cuentos de desaceleraciones, lo que está claro es que en España lo único que se está acelerando es un proceso en el que todo se está aclarando y todo se está oscureciendo. Como no podía ser de otra forma, en esta historia parece que tampoco nos vamos a quedar en el medio y vamos a ir siempre hacia los extremos.
Hace tiempo coloqué un post acerca de un fenómeno que trataba de explicar cómo es posible que en todas partes del mundo, incluso en España, se considerase que el sistema laboral que más empleo creaba cuando las cosas iban (o parecía que iban) bien, y que el sistema laboral que más empleo reducía cuando las cosas se frenaban era de los más rígidos del mundo.
Esta es una de las frases que he leído, con ligeras variantes, a lo largo de este fin de semana en twitter, a cuenta de las movilizaciones del 15-S. Dejando aparte la limitación del carácter, parece entender que se pide a los manifestantes que contesten a una pregunta que tiene un poco de guasa.
Una de las tácticas de todos los lobbys es el ruido, para tratar de presionar a la opinión pública o a los inversores, (en ocasiones enviando mensajes claramente contradictorios), para que acepte o incluso apoye determinadas pretensiones.