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Una de las cosas de la carrera que se me han quedado grabada en la mente era la explicación de las crisis en la edad media que nos tocaba en Historia. A veces vemos la historia como algo lejano, algo ajeno, (algo que no se distingue de la ciencia ficción por que en definitiva se refiere a unos acontecimientos que no son reales).

Sin embargo, cuando somos estudiantes buscamos trucos para aprendernos la lección y lograr aprobar (que es lo que nos interesa). Lo cierto es que las crisis de la edad media seguían un procedimiento idéntico, (como no podía ser de otra forma, al ser un período caracterizado por la inexistencia de avances relevantes). Esto simplificaba mucho su estudio, (ya que sólo teníamos que recordar siglos de esplendor y siglos de crisis).

El proceso siempre era el mismo. Se partía de una situación de decadencia, y entonces existían numerosas tierras disponibles, de tal forma que además estas eran más productivas gracias a técnicas como el barbecho. Al existir oportunidades de tierras disponibles, lo que se provocaba eran incrementos de la nupcialidad, lo cual unido a la planificación de la época llevaba a incrementos de la natalidad explosivos. Este fenómeno, unido a la limitación técnica de la época, conducía poco a poco a la sobreexplotación de la tierra, (el barbecho era un lujo que no se podía permitir), de tal forma que llegado un punto, se llegaba a una situación donde las oportunidades dejaban de crecer. En ese momento, la nupcialidad y la natalidad comenzaban a descender, pero la triste realidad es que la bajada de la natalidad era el primer síntoma de lo que se avecinaba. Sin embargo el ajuste nunca era lo suficientemente rápido y en el camino, surgía la miseria, el hambre y en consecuencia el caldo de cultivo para la aparición de plagas, pestes o ajustes brutales de la población.

¿A dónde voy?. Pues a decir que puede parecer una tontería decir que aprendí historia poniendo caras. No imaginaba datos y cifras, imaginaba familiares o conocidos viviendo la historia; primero los veía felices por disponer de tierras, por poder pagar los diezmos, y planteando una vida en común, emparejándose; luego imaginaba los problemas que tendrían los que no accedían a las tierras, ¿Cómo ligaban?. Y luego me imaginaba la limpieza que no era más que sufrimiento y dolor. Sé que puede ser un poco cursi, pero al final creo que es la forma de entender la historia. Porque al final esto de la historia no es más que el conjunto de nuestras vidas anónimas, siendo números y datos en manos de alguien que en el futuro nos estudiará. Hoy mucha gente dice no saber nada de economía, sin reparar en el hecho de que realmente una teoría económica será buena si nos describe, (no si es bonita o apropiada).

Hoy las cosas han cambiado, en el sentido de que los avances han permitido un crecimiento mucho mayor, de tal forma que mucho menos tierra permiten más alimentos; sin embargo creo que la sociedad aún no ha aprendido una gran lección. Son las historias individuales las que al final hacen la historia, son las pequeñas alegrías, o los pequeños dramas que en nuestras casas tenemos los que construyen las estadísticas. No somos ricos o pobres por que lo diga una estadística, sino que la estadística ha de servir para que sepamos lo que somos. Lamentablemente la primera lección de esta crisis es que todos los instrumentos que hemos creado para el conocimiento han servido para ocultar toda la información que teníamos. Es curioso y a la vez paradójico, pero jamás con tanta información disponible, hemos estado más perdidos.

Hoy nadie sabe nada, y sinceramente porque cada uno de nosotros ha construido una visión de la historia; una visión subjetiva y particular si se quiere, pero nuestra visión. Pero este cuadro que vemos no se parece al que nos pintan, y esto no es algo nuevo. Este es uno de los aspectos positivos de esta crisis; poco a poco las vendas están cayendo y caerán; y saldrán numerosos estudios, cada vez más elaborados; pero cada vez seremos más los que no nos sentimos reconocidos.

Pero, ¿nos hemos parado a pensar lo que realmente nos perdemos a la hora de poner caras?. Yo, poniendo caras, he entendido la evolución de la edad media. Sin hacerlo, no serían más que datos y más datos.

Y ¿si analizamos hoy en día las situaciones?, descubriríamos que la bajada de natalidad de los últimos años, escondía muchas dudas entre las parejas. Descubriríamos que los jóvenes no podían comprar un piso, ni tan siquiera alquilarlo, (por que el ratio precio vivienda/sueldo es algo más que un número); Quizás descubriríamos que los contratos temporales de menos de mil euros, y los contratos indefinidos que se firman bajo la condición de firmar la renuncia sin fecha han dejado a la juventud sin esperanza.

Quizás descubriríamos que cada pareja, o cada persona, plantea su vida en función de su estabilidad, de sus ingresos y de sus gastos. Quizás podemos entender que cuando se habla de una tasa de morosidad del 5% estamos hablando de que 400.000 familias no duermen; (lo triste es que los del banco si duermen); y debemos entender que tras 4.500.000 de parados hay muchos dramas. Sé que últimamente esto es más un argumento de marketing que una visión real; pero debemos entender esa situación.

La sociedad está dividida hoy entre los que están arriba y los que estamos abajo. Los que toman las decisiones, hace tiempo que están escondidos tras los cuadros de mando y los ERP, (¿ahora se llaman CRM?); y ahora nos piden comprensión, pequeños esfuerzos, sacrificios y apretar el cinturón. Lo curioso es que parecen historiadores estudiando la edad media en lugar de analizar la situación, (ya me da igual que sean mercados, la educación o la justicia).

Los que estamos abajo, necesitamos creer que los que nos dirigen saben lo que hacen, y si no vemos la lógica, tiramos de las traídas y manidas teorías de la conspiración, cuando la realidad es que no ven la situación.

Quizás si usásemos los datos con afán de conocer, en lugar de ocultar o de hacer demagogia, descubriríamos que la natalidad bajo mínimos escondía un problema, una crisis escondida desde hace mucho tiempo bajo unos números impresionantes que se derrumban.

Y a veces me encanta recordar que mirando las caras encuentro que podemos hacer más coches que nunca, más seguros que nunca, podemos permitirnos más alimentos que nunca, y que realmente nos pasamos más tiempo argumentando la escasez, (necesaria para el negocio y la especulación), que viendo lo que hemos conseguido. Si miramos todos los datos, podemos ver la salida, y para ello, sólo hace falta desenmascarar la realidad. Encontrar las contradicciones que se están cayendo; apretar los dientes y encarar la realidad. Porque hasta en la edad media, tras el drama, florecía otra vez la riqueza. Y ya hemos roto el ciclo en el pasado.

Puede que no sea realista desear que los ciclos desaparezcan, que las injusticias no vuelvan y que no volvamos a cometer los errores que nos han llevado a 1929 o a 2008, (son los mismos). Puede no ser realista pedir que entre todos construyamos el futuro, y nos replanteemos todo.

Puede que no sea realista, pero desde luego lo que es un error es no desearlo. Se trata de recordar aquello de “Sed realistas, pedid lo imposible”; se trata en definitiva de que todos y cada uno de nosotros tenemos que entender que o somos parte de la solución o somos parte del problema.

La historia y las estadísticas nos pueden enseñar, pero tenemos que aprender a usarlas para lo que son. Y a ser posible tenemos que olvidar la frase de Churchill.

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