Desde la guerra de Irak, hasta la reforma laboral o la de la seguridad social, el resultado es que las encuestas realizadas, han salido siempre con abrumadoras mayorías contrarias a la decisión adoptada o las propuestas. En todo caso no entiendo aquello de que defendamos un sistema democrático en el sentido de que el poder nace del pueblo y que en determinados o bastantes casos, simplemente se justifique el adoptar la decisión contrario. La coartada que nos cuelan normalmente es aquella de que realmente hay que tomar decisiones impopulares, lo cual a mí siempre me ha chocado y mucho.
Total, que aquí resulta que en algún momento de la historia importa más lo que opinen los analistas de la city y el financial times, que lo que opinamos los ciudadanos. Por tanto, y aunque parezca una frase hecha, lo que ha quedado claro es quien manda en España, y no somos precisamente los ciudadanos, a los que nos queda sólo esto de apretarnos el cinturón, (que lamentablemente muchos tienen en el cuello), a cambio de sobrevivir; ¡no es que sea precisamente un plan muy atractivo!.
Está claro que S & P, y los demás órganos privados y fondos tienen desde luego más poder sobre el país que los propios ciudadanos. Por supuesto, todas y cada una de las medidas, que se desarrollan en España, (y en buena parte del mundo), son dictadas de acuerdo a los intereses de estos grupos. Y esperemos que la situación no se deteriore de tal forma que al final tenga que rescatarnos el FMI, lo cual puede ser un auténtico desastre.
Mi opinión es que en consecuencia, debemos asumir nuestra realidad, y entender que en el mundo en general y en España en una particular exageración, los gobiernos y los ciudadanos han perdido todo el poder, ante los chantajes y las presiones de determinados agentes, que se esconden detrás de la palabra “mercados”.
Por tanto estamos ante una situación en que determinados agentes, (no siempre visibles), dictan las normas, las posibilidades y las políticas, y esto no es otra cosa que un sistema político de corte despótico.
La duda es si estamos en un despotismo ilustrado o no. Y básicamente, lo que tenemos que entender es que la diferencia está en los objetivos y en los conocimientos, de los que nos dirigen, (que repito: no son los políticos y jamás es el pueblo).
Dicho de otra forma, lo que necesitamos discutir es sí quien sea que dirige nuestra política económica, lo hace pensando en el bien de los ciudadanos y si lo hace con una adecuada planificación respecto a este objetivo.
Si analizamos lo que se nos pide y lo que se nos ofrece la realidad es que en todo momento se nos han pedido todos los sacrificios posibles, en el campo de las contenciones salariales, rebaja de las pensiones, asumir el grueso del pago de los impuestos, y todo lo que se conoce como “medidas impopulares”, “apretarse el cinturón”, o alguna de estas frases que todos conocemos.
A cambio de todos estos sacrificios, se nos habla de crear empleo, que además, después de tener en cuenta la premisa bajo la que se parte, lo cierto es que no podemos esperar es que sea de calidad. Por puro sentido común si se pide que se incrementen todas las condiciones laborales para crear empleo, ¿Qué clase de empleo se espera que sea el supuestamente creado?. Desde luego como todas las promesas suponer que se va a crear empleo, es de dudoso cumplimiento, igual que las otras acerca del cambio de modelo productivo o económico, (¿en estas condiciones que tipo de modelo nos espera?). Por supuesto, esperar que el empleo sea de calidad es una completa quimera.
Por tanto, lo cierto es que podemos entender que es muy difícil defender aquello de lo de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Pero nos queda tratar de analizar si por lo menos tiene algún sentido para alguien este plan. Vamos, si es coherente, o si es un plan o si “los mercados”, esos que nos dirigen tienen alguna idea de hacía donde vamos o donde debemos ir.
Lo cierto es que esta pregunta, ya la he tratado en un post en el que me preguntaba si “la bolsa anticipa la economía”, donde he tratado de exponer los bandazos que los mercados financieros, tienen todos los días, tratando de entender cómo es posible que los mercados financieros sean optimistas los lunes, pesimistas los martes, y así sucesivamente, y que tras una debacle histórica, (y no es precisamente una exageración), resulta que los seguimos considerando como si fuesen consejos de sabios, de tal forma que supeditamos todo a los gustos y deseos de unos agentes que como poco se comportan de forma poco estable.
Desde luego los analistas de bolsa nos proporcionan análisis gloriosos tirando de hemerotecas y por ejemplo nos encontramos con Hodar, (el supuesto gurú de mercados financieros de expansión), que nos dice el 4 de febrero de 2010, que la bolsa ha quedado seriamente tocada, pero que el 5 de febrero de 2010 escribe que debemos mantener la cabeza fría y que los problemas no son tan graves.
Se nos ha explicado mil y una veces a lo largo de todo este rally que los mercados financieros no depende de la economía, o que es posible una recuperación sin que nadie se recupere, pero que a la vez si depende de las perspectivas de las empresas o de las perspectivas de la economía. En fin, todo un lío, pero lo que está claro es que hoy defender que los “mercados”, que no dejan de ser otra cosa que inversores que tienen unos objetivos definidos, no son los adecuados para evaluar las políticas económicas. Dicho de otra forma, si los mercados financieros no anticipan la economía, lo que está claro es que es absolutamente indefendible que sean los adecuados para valorar cualquier política económica. Por otra parte, si desde luego defendemos que los mercados financieros han de ser los que valoran la política económica, lo cierto es que debemos defender que han fallado estrepitosamente, porque en los últimos años no han reflejado la realidad económica de los ciudadanos.
Por tanto, de alguna forma, nos encontramos en un sistema despótico, totalmente a merced de determinados agentes que se esconden bajo el nombre de “los mercados”, que no actúan desde la óptica de los intereses de los ciudadanos, y desde luego no están mostrando el mínimo nivel que se ha de exigir a quien dicta las políticas económicas.
Es difícil entender que estamos ante una situación de despotismo ilustrado, cuando los analistas y expertos no son capaces de anticipar lo que mi abuela, (sin tener ni tan siquiera estudios secundarios), fue capaz de ver sin problema alguno.
Por tanto debemos entender que debemos reconocer que en este momento no estamos en democracia, y que nos quedan dos alternativas. O lo dejamos como estamos o buscamos alguna forma de cambiarlo. Por supuesto no va a ser fácil, y desde luego pasa por determinadas medidas como son lograr conseguir las listas abiertas, la representación directa, la abolición de la disciplina de partidos, eliminar el pacto antitransfuguismo, (son las medidas que pedí en el post de la democracia).
En todo caso el problema si queremos conseguir una democracia de verdad, no es como ha de ser, que todos lo tenemos claro, sino el “como”, ¿Qué debemos hacer para conseguir un sistema en el que el pueblo tenga el poder, asuma las decisiones y la responsabilidad de los errores y aciertos. Está claro que de alguna forma, necesitamos un gobierno fuerte y que nos represente. Pero la pregunta que importa es la que hice algún tiempo y que generó un debate muy interesante: ¿Qué hacemos?.
La verdad es que la respuesta no está clara, pero tengo claro que algo hemos de hacer porque yo en particular me niego a seguir asumiendo las desastrosas decisiones de alguien que se esconde tras un concepto que llaman “mercado”, pero que no se parece en nada a lo que esta palabra significa.