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Nota previa: Soy consciente de que el consenso estima que los precios bajarán en un momento determinado, pero ¿tiene sentido? En este post aparece Campa (personaje del gobierno de Zapatero); como podéis comprobar, ha cambiado el nombre, pero no los discursos.

Este post es una reedición de otro publicado con el mismo nombre el 28 de agosto de 2009. Se han corregido algunos fallos de redacción. Sin embargo, los datos, el análisis y las conclusiones se han de entender referidas a 2009. Hoy sigue plenamente vigente.

 

Deflación y cachondeos

La deflación es la bajada de precios de los productos que produce una economía. Esa es la definición que nos han dicho siempre. La situación de deflación es la más temida en una economía y, en consecuencia, es lo que siempre se trata de evitar.

Sin embargo, últimamente, hemos entrado en una situación que es bastante surrealista; todas las autoridades económicas han tratado de negar hasta el extremo la situación de deflación; parece ser que alguien piensa que las consecuencias las produce el mencionar la palabra (y en cierto modo puede que sea de esta forma, pero solo en el sector financiero). La realidad es que la deflación es un fenómeno económico y sus efectos serán reales, tanto si se reconoce como si no.

Las bajadas de precios que tienen que hacer las empresas provoca bajadas en los precios que cobra cada una de las empresas. Se llame o no se llame deflación.

Por eso cuando el deflactor del PIB (que es el índice de precios por el que se corrige la producción de bienes y servicios de una economía) entra en negativo, se ha considerado que para estar en un contexto de deflación tendríamos que ver el IPC (que refleja los bienes consumidos por la economía). Pues vale, podemos entender que deflación es la caída de los  precios de los bienes de consumo; pero independiente de que entendamos que la caída de los precios de lo que consumimos no produce los mismos efectos que la caída de los precios de los bienes que producimos, deberemos tener en cuenta la siguiente situación:

Imaginemos que en un año, por ejemplo el 2008, los precios suben desde enero a julio y comienzan a bajar a partir de julio de ese año. Los valores del índice quedarían de acuerdo a la siguiente tabla:


 

¿La pregunta es simple y clara? ¿Cuándo bajan los precios?

Según toda la lógica pura y simple (y en base al supuesto de partida), los precios comienzan a bajar en Julio del año 2008. En el índice que he puesto comprobamos que los precios son inferiores a los del mes anterior. Sin embargo, con tal de no mentar la palabreja, nos encontramos con las explicaciones de que la bajada de precios ha de ser persistente y no puntual. Correcto…

En los meses siguientes los precios siguen bajando, pero en algún momento alguien dice que no existe riesgo de deflación ya que es desinflación; de forma que se entienda que los precios están subiendo pero menos (según todo el mundo es lo que pasó en otoño de 2008 e invierno de 2009).

Por supuesto, se acompaña con un nuevo criterio de la situación de deflación. A saber: Deflación será el momento en que el IPC interanual sea negativo durante seis meses consecutivos. Es curioso, porque el hecho de que el IPC interanual sea negativo no implica que empiecen a bajar los precios, sino que implica necesariamente que los precios se han reducido hasta ser más bajos que hace un año.

La magnitud de la bajada depende de los precios del período intermedio y si, como en el caso que nos ocupa, el IPC marca un récord en julio debemos concluir que desde julio de 2008 a marzo de 2009 los precios han bajado todo lo que habían subido previamente y más.

Además establecemos que, para declarar la existencia de deflación, sean necesarios seis meses de variaciones interanuales de precios negativas; de esta forma resulta que no solo es que bajen para recuperar lo subido en el último año sino que en la práctica, para que lo llamemos deflación, ahora resulta que necesitamos otros seis meses en los que los precios sean inferiores a la misma fecha del año anterior.

En resumen, a pesar de que los precios caigan desde agosto de 2008 hasta septiembre de 2009 no se supone la entrada en deflación.

Pero, en agosto de 2009, tras seis meses de IPC negativos, nos encontramos con que el criterio ha vuelto a cambiar. El Sr. Campa, secretario de estado del ministerio de economía y hacienda, no solo no reconoce la situación de deflación, sino que se permite comprobar que “estamos lejos” de dicha situación. 

Para arreglarlo resulta que Campa insistió en que las inflaciones negativas de los últimos meses "no son ni mucho menos un escenario de deflación", sino que tienen que ver más con una evolución alta de los precios, sobre todo de la energía,  durante la primera parte de 2008. Y es aquí donde el surrealismo adquiere tintes dramáticos si recordamos que nos hemos cargado la economía europea por la testarudez del BCE subiendo tipos para luchar contra una inflación, que por lo que se ve ahora no era tal. Parece ser que era una evolución alta de los precios.

Sinceramente esto es demencial y propongo que, de una vez por todas, se planteen cuáles son los efectos de una situación (llamémosle X) en la que los precios de los productos que producimos caen y que analicen las causas y luchen contra ellas.

Porque está claro que contra la deflación no van a encontrar un remedio; entre otras cosas porque tal nombre hace referencia a una enfermedad distinta en cada momento.
 

Me gustaría dejar claras varias conclusiones:

  • Si una persona entra en un hospital con algo que solíamos llamar cáncer, no va a mejorar por el mero hecho de que cambiemos el nombre que asignamos a su enfermedad.
  • Por supuesto, podemos llamarlo gripe y darle lo que el vademécum propone para una enfermedad llamada gripe. La efectividad será nula.
  • La mejoría saldrá de cirugía, quimioterapia o radioterapia. Que no se usará mientras el médico no diga la palabra cáncer.
  • El que nos intenta convencer de que estamos bien, o de que lo solucionamos con unas pastillitas de azúcar, no es un médico. Es un curandero, que normalmente nos quitará nuestro dinero y además logrará que nos maten.


Y ahora que cada cual extraiga conclusiones.

 

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  1. #1
    28/07/15 09:01

    Hola, comparto completamente tu opinión. Los responsables en política económica siempre juegan al despiste con el ciudadano tratando de marear la perdiz en todo aquel asunto en el que puedan salir airosos.
    En este caso, el juego de la inflación-deflación-desinflación.

    Por definición, entiendo que la desinflación es un aumento relativo del nivel de precios más pequeño que el aumento de dicho nivel durante el periodo anterior. Por ejemplo, en el cuadro que adjunto observo solo un periodo marcado por la desinflación, correspondiente al mes de julio 2008 en donde la inflación fue de un 4,76%, en tanto que en el periodo anterior logró ser mayor, un 5%. Aquello, para mí, es desinflación.

    Por lo que respecta a los periodos posteriores, las variaciones de precios son consistentemente negativas, y punto. Entiendo que esa bajada del nivel de precios implica estar en episodios deflacionarios. Deflación durante meses.

    Si es interanual o no, si se compara con el periodo anterior o con el periodo 0 (nivel de precios 100) es cuestión de quien disponga los datos que van a interpretarse. Pienso que lo mejor que uno podría hacer sería entender el concepto, disponer los datos, y aprender a leer por sí mismo sin dejarse persuadir por nadie cuya estabilidad política depende en gran medida de la bondad de su hacer.

    También creo que el IPC es un constructo muy ineficiente, aunque la prontitud de su disponibilidad haga de él el indicador más útil. Pero, no olvidemos que útil solo para quien lo necesite.
    Quien esté interesado en saber el verdadero coste de la vida basta solo con echar una ojeada a la variación de su propia cesta de consumo, producto por producto; estoy seguro de que no serán pocos los bienes contenidos en ella.


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