En este mundillo siempre se vuelve a reciclar la eterna duda sobre cuál es la mejor estrategia para maximizar rendimientos y minimizar riesgos. En este contexto, la discusión entre gestión activa y gestión pasiva se ha intensificado, generando debate y confusión entre inversores novatos y expertos por igual. Es importante aclarar las diferencias fundamentales, los beneficios y los desafíos que cada enfoque presenta, así como las razones por las cuales ciertos sesgos cognitivos pueden llevar a conclusiones erróneas.
Gestión activa y pasiva En este artículo trataré de explicar ambas estrategias de inversión, mostrando los malentendidos comunes al malinterpretar sus verdaderas naturalezas. También quiero dar una especia de guía que permita a los inversores comprender mejor cómo identificar y seleccionar productos financieros alineados a sus expectativas reales, más allá de las etiquetas simplificadas de activo y pasivo.
Gestión Activa y pasiva ¿En qué consisten?
La gestión activa consiste en estrategias en las que gestores profesionales seleccionan activamente activos específicos, buscando superar los retornos del mercado general mediante análisis fundamentales y técnicos. Estos gestores intentan generar alfa mediante decisiones basadas en información detallada y análisis exhaustivo. Sin embargo, hay muchos estudios (SPIVA o Millo et al (2023)) que señalan que históricamente la gestión activa rara vez logra superar a los índices después de descontar costes, pero debido a nuestro sesgo de representatividad y de disponibilidad, entonces pensamos que las excepciones que logran batir a sus índices son lo normal o algo fácil de encontrar a priori.
Además, el mantenimiento de una cartera activa exige un seguimiento continuo y frecuentes modificaciones, lo que incrementa los costes operativos y puede mermar significativamente el rendimiento neto para el inversor. Aunque algunos gestores logran sobresalir en ciertos periodos o mercados, por ejemplo, en renta fija o en zonas emergentes, su éxito a largo plazo sigue siendo difícil de sostener y afecta a menos del 50 % de los fondos.
Gestión activa vs gestión pasiva Esas excepciones triunfadoras suelen corresponder a vehículos muy especializados con histórico probado o a gestoras locales de mercados emergentes, que a menudo no están disponibles para inversores extranjeros. Aun así, existen algunos fondos activos con comisiones razonables que han superado sistemáticamente sus índices, aunque nada garantiza que mantengan ese desempeño en el futuro.
Por contraste, la gestión pasiva persigue replicar con precisión un índice determinado (como el S&P 500 o el MSCI World), sin intentar batirlo. Su atractivo radica en la simplicidad, la transparencia y los costes reducidos, factores que han impulsado el crecimiento de los fondos indexados y ETFs, tanto en el ámbito minorista como institucional.
Al seguir un índice, la gestión pasiva minimiza la toma de decisiones emocionales sobre compra o venta y permite planificar de antemano escenarios de retorno, ofreciendo una experiencia más sistemática y psicológicamente predecible para el inversor.
¿Cuáles son los mitos y diferencias de cada gestión?
La clasificación entre gestión activa y pasiva a menudo es malinterpretada o llevada al extremo. Originalmente, estos términos se utilizaban para diferenciar la presencia o ausencia de un gestor activo tomando decisiones de qué comprar y vender y cuándo hacerlo. Si no había gestor activo y en su lugar se seguía a un índice, entonces se les comenzó a decir pasivo.
Tienes un gestor, entonces eres activo. No lo tienes y sigues a un índice, entonces eres pasivo. Esta distinción simplista creada hace décadas ha comenzado a mostrar sus limitaciones.
Muchos entran en el vacío debate de enfocarse en la semántica y en el significado exacto de la palabra pasivo. "Si tomas una decisión, entonces eres activo", ese es el paladín de su argumento. Claro que ser 100% pasivo es imposible, al igual que ni siquiera una piedra es estática en el universo. No sé si usan ese razonamiento porque simplemente porque todos los demás relacionados a lo que realmente importa, es decir, al rendimiento, les son imposibles de rebatir con la evidencia.
Después de 15 años escribiendo sobre este tema, propongo redefinir “pasivo” como la estrategia que implica la mínima toma de decisiones: permanecer prácticamente inactivo, como aconseja Munger. De este modo, podríamos encontrar:
Productos indexados que son muy activos, por ejemplo, los ETFs que siguen al índice MSCI World Momentum que tiene un turnover de cartera del 121% anual Vs el 2% del MSCI World.
Fondos llamados "activos", pero que realmente son bastante pasivos porque su gestor casi no toma decisiones de compra o venta, todo dependiendo de la rotación de cartera que hagan y del número de decisiones que tomen.
Carteras con productos indexados de bajo turnover, pero que hacen muchas operaciones al mes o al año. Se me ocurren los Hedge Funds e institucionales que ocupan el SPY para hacer operaciones de corto plazo. Tienen productos "pasivos" pero los usan de forma activa.
Diferencias de cada gestión
En conclusión, existen ETFs y fondos indexados con rotaciones de cartera superiores al 100 % que, pese a seguir un índice, operan de forma muy activa, al igual que hay fondos “activos” con escasa rotación o gestores que emplean productos pasivos para tácticas activas. Este solapamiento deja claro que “activo” y “pasivo” son categorías relativas, no opuestos absolutos: pasivo no significa inacción total, ni activo implica transacciones constantes.
Para evitar confusiones y elegir productos acordes a tu estrategia, define al inversor pasivo como quien toma el menor número posible de decisiones, desde la construcción de la cartera hasta su mantenimiento, y valora cada vehículo según su operativa real y costes, más allá de la etiqueta.
¿Cómo elegir los mejores productos y armar tus carteras?
Para evitar confusiones y seleccionar adecuadamente productos financieros que vayan en sintonía con nuestro perfil y estrategia, hay que aplicar ciertos filtros, que aunque son simples, a veces no pueden ser tan sencillos debido a que requieren un poco más de tiempo y conocimientos.
En general, los inversores deben enfocarse en comprender claramente los objetivos y riesgos específicos de cada instrumento, independientemente de su etiqueta. Ser bastante escépticos de aquellos que prometen retornos mejores o similares a un índice, pero con menor volatilidad.
Para ETFs indexados pasivos, aquí hay algunos filtros que podemos aplicar:
Entender todos los costes, tanto explícitos como el TER, y también los implícitos como el spread.
Composición de la cartera para ver si la etiqueta o nombre realmente coincide, y si está en sintonía con lo que buscamos.
Turnover de la cartera. Una alta rotación no necesariamente significa que el producto sea malo, pero podría ser diferente a lo que necesitamos.
Desempeño en diferentes condiciones de mercado.
Obviamente, antes de lo anterior, primero hay que identificar claramente cuál es el perfil de riesgo y volatilidad de cada uno, nuestro horizonte temporal y objetivos. Esto ayudará a evitar decisiones impulsivas y emocionales.
Veamos algunos ejemplos de estrategias de inversión:
🎯 Horizonte largo (≥10 años): en carteras indexadas para jubilación o estudios, opta por ETFs que repliquen índices globales amplios y diversificados. Complementa con ETFs de renta fija (ya sea un agregado o una escalera de vencimientos) para reducir volatilidad y cubrir distintos plazos.
🔄 Rotación sectorial o factorial: para tácticas de turnover medio-alto, elige ETFs sectoriales o basados en factores (valor, momentum, baja volatilidad) con baja correlación entre sí. Esto permite aprovechar ciclos de mercado sin perder diversificación y armar una escalera.
🌐 Global macro, Event-Driven o temáticos: en estrategias más activas, incorpora ETFs temáticos, de materias primas o apalancados. Ten en cuenta sus riesgos específicos, TERs superiores y mayor volatilidad antes de asignarles peso en la cartera.